lunes, 20 de noviembre de 2023

Alcalde: ¿"La radio que llevas en el corazón"?

 




“Dime de qué presumes y te diré qué te hace falta”, reza un viejo proverbio, certero como toda sabiduría digna de ese nombre.

La sentencia me vino a la mente cuando el lunes 20 de noviembre leí a primera hora de la mañana el  comunicado enviado por los realizadores de contenidos en la Emisora Cultural de Pereira. Después de todo, la demagogia oficial repite todo el tiempo la cantilena de “Los ingentes  esfuerzos y recursos  destinados al quehacer cultural”, seguida, en el caso que nos ocupa, del lema: "Emisora Cultural de Pereira,  La radio que llevas en el Corazón".

No hay pago de incentivos para realizadores de la Emisora Cultural de Pereira”, se lee en el encabezado. Luego, en el primer párrafo, los 31 firmantes de la denuncia declaran:

“Los realizadores de los diferentes programas de la Emisora Cultural de Pereira Remigio Antonio Cañarte 97.7 fm, informan a la opinión pública que el día viernes 17 de noviembre de 2023, fueron convocados por parte de la directora, Mayra Alejandra Aguirre Espinoza, a una reunión donde se informó qué, por indicaciones del alcalde de Pereira, señor Carlos Alberto Maya López, no se realizará el pago por falta de recursos a los más de cuarenta realizadores, correspondiente al año 2023”.

La indignación me desbordó por todos los frentes. He consagrado mi vida a hacer gestión y periodismo cultural  en Pereira y Risaralda. Sé que las buenas prácticas públicas en relación con la cultura son la excepción entre nosotros. Puedo incluso citar buenos ejemplos: María Aydee Botero Serna, Alonso Molina Corrales, Adriana Vallejo, Luz Stella Gil y a lo mejor se me escape otro nombre.

Lo demás es politiquería pura y dura: nombramientos a dedo de bibliotecarios que no leen, vejaciones a los músicos y a los artistas en general, gerentes sin noción alguna de lo que la cultura significa para una sociedad y engendros parecidos. A lo mejor ni siquiera han leído en la Constitución Política que “La cultura es la base de la nacionalidad y por lo tanto es deber del Estado(…)”.

*Si quieren conocer el párrafo completo los invito a leer la Constitución de 1991.

Soy oyente asiduo de la Emisora Cultural desde su salida al aire el 15 de mayo de 1990. He escuchado nacer cada uno de sus programas. Unos me gustan más que otros, pero es eso nada más: cuestión de gustos.  De lo que no tengo dudas es del alto nivel profesional de cada uno de sus realizadores. Si usted se sienta a escucharlos percibe de entrada la seriedad, la rigurosa documentación, la calidad de las entrevistas y el nivel de las músicas emitidas.

Por ese sólo hecho creía que los profesionales orientadores de esos espacios percibían unos honorarios a la altura de su competencia. Pero que hablen de unos simples “incentivos” resulta ofensivo. Dejando a un lado el eufemismo, la noción de incentivo es poco menos que una palmadita en el hombro por ser buen muchacho. Insisto: los realizadores de contenidos en la Emisora Cultural de Pereira merecen una remuneración a tono con su calidad profesional y, por ahora, que se les pague en los términos pactados. O si no ¿Cuál es el sentido conceptual y técnico de la palabra presupuesto? Eso, para no hablar del casi extinguido valor de la palabra empeñada. 




Desde hace muchos años, sucesivos alcaldes de Pereira han tratado de convertir la frecuencia de la Emisora Cultural en un apéndice de sus oficinas de comunicaciones   y de su aparato de propaganda política. Eso por si sólo es una distorsión de los objetivos. Pero que, a seis semanas de finalizar la actual administración y en medio del despliegue mediático por la edición XXI de los Juegos Deportivos Nacionales se les anuncie a los profesionales que no habrá pago por falta de recursos es, reitero, una afrenta.

Frente a esa circunstancia, si vamos a ser coherentes, todo el sector cultural de la ciudad y la región está llamado, por principio, a solidarizarse con los afectados y a sentar un precedente para que el respeto a la cultura como agente de vida y transformación social cobre validez real entre nosotros.

*Por considerarlo de interés público, reproduzco a continuación la lista de 31 firmantes del comunicado.

 

 

 COMUNICADO A LA CIUDADANÍA.

Vocería y contacto: 3147240521.

Alejandro Patiño Sánchez, realizador de la RAC, programa Fusión Colombia.

Atentamente,

Realizadores con sus respectivos programas:

Carlos Alberto Muñoz Calle - Love songs

Jhon Castrillón - Onda Global

Jhon Cruz - Rock Sin Fronteras

Édison Marulanda Peña - Cantando Historias

Esneider Marín Torres – Cantautores

Juan Guillermo Orozco Restrepo - Letras y Música

John William Arredondo Martinez - This Is House Music Radio

Cecilia Caicedo – Literatura Hoy

John Jairo Muñoz - Estrellas de Medianoche

Melkin Buitrago – Bitácora de Vuelo

Andrea Murillo Bernal - Desde el Cafetal

Gustavo Acosta Vinasco – Paisaje Audiovisual

Alejandro Salgado – Estación Reggae

Ricardo Gutiérrez - Legión Extrema

Franklyn Molano Gaona - Las Voces de la Cultura

Cristian Osorio - Sinfonía Rock y Programas Especiales

Gustavo Mejía Rodas - Clásicos del Futuro

Francisco Javier Molina - Camino a la Navidad

Patricia Zorro – La Librería Fantástica

José Alejandro Patiño Sánchez – Fusión Colombia

Sara Gaviria Piedrahíta - Arte Sonoro

Fermín Torreglosa – Juglares Vallenatos

Martha Isabel Castrillón – Creciendo Juntos

Alex Giraldo – Una cita con el tango

Juan Carlos Álvarez – Suena la Vitrola

Fabio Castaño Molina – Paisaje Cultural Cafetero

Belfor Galeano – Rhythm

Edwin Hoyos – Ancestro Montañero

Ricardo Herrera – Mestizajes

Santiago Rengifo – Desde los 90

Enrique Benavides – El Jardín de las Canciones


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=xk7h4K_JSiI

 

martes, 14 de noviembre de 2023

Balboa: café con azúcar

 




Caminos de piedra

Dicen que por aquí pasó “El invencible”, el caballo del explorador Jean- Baptiste Boussingault, el agricultor, científico y químico francés que llegó a Venezuela en 1922, en compañía del geólogo peruano Mariano Rivero durante las guerras de independencia.

Buscaba una ruta hacia  Santafé de  Bogotá cuando se adentró en estas tierras de riscos donde sólo los caballos muy  audaces podían  afirmar sus cascos.

Tan empinadas son  sus laderas que en tiempos recientes los ingenieros tuvieron que hacer una intervención para construir la plaza principal de Balboa.

Hubo quien dijo, al contemplar el pueblo desde la cima donde se asienta Belalcázar, que el caserío escalonado sobre la loma  parecía una máquina de escribir.

Mucho antes del nunca probado paso de  Boussingault, los  indígenas Chápatas, pertenecientes al pueblo de los ansermas,   a su vez ligados a la familia Caribe, ocuparon  las tierras que el cronista Pedro Cieza de  León definiera como ubicadas   a mitad  del camino rocoso que conducía de Caramanta al río La Vieja. Añade el cronista que el algodón, el oro y la sal eran la fuente de subsistencia de  esos pueblos.

Las tumbas encontradas por los primeros colonizadores antioqueños dan cuenta de esos días de  prosperidad.

Y de las guerras por apropiarse de esas riquezas.

Igual que los indígenas, después de cruzar el río Cañaveral, Boussingault  habría acampado en El Alto  del  Rey antes de sortear  las corrientes de los ríos Totuí  y Sopina, después bautizado como Risaralda.

Era duro transitar esos caminos de piedra. Por eso durante al menos tres siglos los aventureros prefirieron ensayar otras rutas.

Sólo los fugitivos de las guerras civiles se atrevían  a escalar las lomas. Lo agreste del terreno las convertía en refugio seguro.



El hilo de la memoria.

El profesor Diego León Franco es descendiente de Leonidas,  un hombre que, hastiado del fragor de las balas, escapó  de los campos de batalla de Santander, durante la Guerra de los Mil días.

Seducido por el verbo del general Rafael Uribe Uribe se enroló en uno de sus escuadrones. Muy pronto vio caer, uno a uno a sus compañeros de aventura, un grupo de casi niños que habían convertido los machetes, hasta ese momento sus herramientas de trabajo, en armas mortíferas.

A  sus cincuenta y ocho años Diego León es catedrático  en la Universidad de Caldas. Estudió sociología en un intento por entender el empeño de sus compatriotas en destruirse mutuamente.

Año tras año. Siglo tras siglo.

Contemplando el paisaje desde una de las bancas  del barrio Chipre en Manizales, el hombre va atando los hilos de su memoria, que no tardan en conducirlo a los tiempos de la fundación de Balboa, en un relato escuchado de los labios de  su  abuelo Ramón, que a su vez lo había escuchado  en boca de Leonidas   Franco.

“Fue la pura necesidad lo que llevó a los primeros colonos antioqueños a arriesgarse en esas laderas.  Fue allá por el siglo XIX,  en  uno de los picos altos de la oleada colonizadora que alcanzó la parte montañosa del Valle del Cauca y el Tolima.

“Dicen las crónicas que un pacoreño llamado  Miguel Ceballos abrió una fonda a la que bautizó con el nombre de San Roque, el santo de su devoción.

Corría el año 1903, cuando   todavía se sentían los ecos de última guerra. La posada funcionó junto al Alto del  Rey, uno de los lugares donde se afirma la identidad de Balboa. Por lo demás, no deja de ser curioso que nuestro país bautizara  sus pueblos con los nombres de quienes los avasallaron. Conquistadores, reyes. Personajes de esos”.




Diego León acaricia su barba blanca y se concentra en los tonos rojizos del atardecer  antes de reiniciar su relato.

“Ese lugar era frecuentado por los hombres de la familia Benjumea, así como por Cesáreo Agudelo, Jacobo Ruíz, Juan de Jesús Ospina y  Jesús Gallego.

“Según los testimonios, en el año 1908 una mujer llamada Leonor Agudelo regaló unas tierras para que se fundara el pueblo. Fue así como nació el poblado de El Carmen, que tiempo después  se convirtió en corregimiento de Santuario. Se le bautizó con el nombre de Alto del Rey.

“Quince años después, en 1923,  mediante ordenanza expedida por el gobernador,  se convirtió en municipio de Caldas.

“Para variar, no se les ocurrió una idea mejor que bautizarlo con el nombre de un conquistador. Así ha funcionado nuestra mentalidad de colonizados”.

 

La marea política

La historia de Balboa como municipio empezó durante la hegemonía conservadora, cruzó la República  Liberal y  al igual que otros municipios de Caldas, se ancló en medio de la marea política conocida con el nombre de  “La Violencia", así a secas. En el pueblo los más viejos todavía recuerdan que en 1948 los liberales se alzaron en armas y formaron una Junta Revolucionaria Local. Familias enteras que se habían dedicado a sembrar café, maíz, fríjol, yucas y plátanos  huyeron hacia Pereira, Armenia y Manizales, donde ocuparon  tierras  en la periferia, muchas de ellas a la vera  de  las líneas del ferrocarril , plantando así la semilla de barrios enteros.

Diego León lo cuenta así:

“El historiador Alfredo Cardona Tobón, un muy juicioso investigador de la región, recoge el testimonio de una mujer llamada Inés Hurtado, que el 16 de enero de 1950 declaró ante el alcalde  de  Balboa cómo   un domingo mientras estaba sola en la finca Tambores, de propiedad de un señor Pedro Mejía llegaron al menos cuarenta hombres armados, quienes tumbaron puertas y  le prendieron  fuego a la casa.

En este caso los asaltantes eran liberales. Pero en la finca siguiente podía ser al revés.”

Al son que me pidan

Albeiro se gana la vida interpretando canciones de despecho en distintos pueblos del Eje cafetero. Aunque muchas de ellas son  autoría de Jhony Rivera, también tiene algunas  composiciones propias. En ellas exorciza  los recuerdos de Marleny, la muchacha que lo desairó cuando era un adolescente, allá por 1978.

“Fue  el año en que empezó a funcionar el Ingenio Risaralda. Lo recuerdo mucho porque aspiraba a trabajar en esa empresa.  En esa época no había tanto problema  para darles empleo a los menores de edad. Quería trabajar allí para proponerle matrimonio a Marleny, la muchacha de la que estaba enamorado  desde mi niñez, cuando la veía pasar hacia la escuela con su uniforme a cuadros. Ya habíamos hablado con el reclutador de personal y teníamos listo todo. Una tarde de sábado me armé de valor y le propuse matrimonio.”

“La respuesta  todavía me tiene frío: Pero si usted es un culicagao. A mí me gustan los hombres  hechos y derechos.

“Después de eso, me conseguí una guitarra prestada y compuse mi primera canción, titulada asÍ: El culicagao:

La muchacha que pretendía hacer mi esposa/ me llamó culigagao/ Yo  quería trabajar en el ingenio / y  serle fiel hasta que la muerte nos separara / pero con las hembras  nunca se sabe/ y aquí estoy doblao en la cantina / sin más amigos que mi botella de   aguardiente/ y decidido a quedarme solterón”

¡Pero si eso no rima! Se burlaban mis amigos.

¡Pero es verdad, guevones! Les respondía, y con eso los callaba.

Y  cumplió. Desde entonces se hizo hijo  del camino y recorre los pueblos con su sarta de canciones.

“Mis padres querían que yo aprendiera el cultivo del café, pero a mí me llamaba el azúcar, la caña. Como muchos jóvenes de la época, sentía que el Ingenio iba a cambiar nuestras vidas. Ese año de 1978 el Ingenio empezó a moler  ochocientas toneladas de caña al día ¡Ochocientas toneladas! Eso era para hacerse muchas ilusiones, pero las mías se esfumaron con el  desplante de  Marleny. Desde ese día voy por pueblos  y veredas recitando mi consigna: Canto al son que me pidan.




Azúcar y café

Desde 1978 la vida económica de Balboa transcurre entre azúcar y  café. Como el Ingenio Risaralda está ubicado en su territorio, sus impuestos representan el mayor ingreso fiscal del municipio. Para algunos eso supone una garantía. Otros piensan que esa dependencia vuelve  al pueblo muy vulnerable.

Entre azúcar y café transcurre la vida de Abelardo y Miguel, dos hermanos que cada mañana se suben a sus bicicletas y  pedalean cuesta abajo hacia las plantaciones de caña donde se ganan la vida trabajando como corteros  para empresas contratistas.

Es un trabajo duro. Muy duro. El sol muerde las espaldas como un animal de presa. La pelusa de la caña se adhiere a la piel, provocando una comezón insistente. Las hojas  abren cortes sanguinolentos  en  los brazos y eso atrae a los mosquitos, ávidos de sangre.

Tal vez por eso, los corteros de caña se cuentan entre los mayores jugadores de chance y lotería del país: todos a una  esperan que el azar los libre de ese trabajo para el resto de sus días.

O por una semana al menos: algo es algo.

Por eso  Abelardo y Miguel han decidido unirse para sitiar a la suerte. Con los dígitos de sus fechas de nacimiento juegan cada día dos números.

Creen que un día el destino  se cansará de ese asedio y los premiará con un buen fajo de billetes. Por eso entran a los locales de apuestas con el aire ansioso y expectante de quien ingresa a un templo.

Esa ilusión prendida en la piel les da fuerzas para  emprender la cuesta de regreso  a casa. Mientras pedalean hacen  bromas  y juegan a imaginar lo que harán con el billete cuando uno de los dos le pegue al número de la suerte.

Con todo y lo duro de la faena, Abelardo y Miguel prefieren ganarse la vida honradamente, porque no quieren que a su pueblo  vuelvan los días del narco.

Estábamos muy chiquitos - dicen casi al unísono, turnándose para urdir el relato- pero recordamos que muchos  niños y jóvenes igual de pobres que nosotros, se metían a  trabajar para los traquetos de la zona.  Al poco tiempo volvían al pueblo montados en severas camionetas y acompañados de tamañas viejas. El problema era que no demoraban mucho en aparecer muertos en algún cañaduzal. Muchos de ellos eran peones de un  mafioso que una vez tuvo un problema con los directivos del Ingenio y para resolverlo  ofreció comprarles ese trapiche. Esas fueron las palabras que utilizó: Ese trapiche.”.

Bienvenida esperanza

Luisa y Gabriel pertenecen a la cosecha de muchachos que sucedieron a esa generación perdida por el narcotráfico. Por eso en el pueblo  los ven como una esperanza viviente. Lejos de querer abandonar sus tierras para emigrar a la capital o al exterior, están decididos a demostrar con su ejemplo que  no sólo se puede sobrevivir en el campo: también es posible   vivir de él con dignidad y con muy buenas condiciones de vida. A sus diecisiete y diecinueve años son beneficiaros  de un programa de   formación en horticultura, ofrecido por la Universidad Tecnológica de Pereira.

“Allí aprendemos a conocer  el ciclo completo de las  huertas”, dice Luisa, toda sonrisa ella, mientras Gabriel asiente, al tiempo que revisa las hojas de una planta de pimentón en busca de señales de buena salud.

“Empezamos por comprender que la tierra es un organismo viviente, con sus ciclos bajos y altos. Las plantas en general y las hortalizas en particular son los habitantes de ese organismo.  En esa cadena, los humanos somos los beneficiaros finales. Por eso debemos fijarnos en cada detalle. Así garantizamos la calidad de los tomates, de  la cebolla, de la zanahoria. Sólo así podemos exigir precios justos en los mercados. Con nosotros estudian jóvenes de  otros municipios de Risaralda y a todos nos une un sentimiento: la esperanza de seguir viviendo en el campo. En nuestro campo.”




Cuando cae la tarde

Al fondo, el cielo se deshace en arreboles.  Desde el balcón que es Balboa se ve a lo lejos el Cristo de   Belalcázar con los brazos abiertos. Abajo, el río Risaralda parte en dos el valle como una navaja que ofrece destellos de plata a quienes contemplan desde lo alto.

La humareda de los cañaduzales se hace una con una nube solitaria. Abelardo y Miguel pedalean cuesta arriba con su alijo de ilusiones a cuestas.

Los dos ignoran que  a lo mejor sus pasos fueron hollados una vez por los cascos de “El invencible”, el caballo que le permitió a  Jean-Baptiste Boussingault alcanzar sano y salvo el otro lado de la montaña.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=0E9TXpGbBQs