martes, 29 de julio de 2014

Disparejos




 “Le presento a mi pareja”, me dijo el tipo al cruzarnos en una esquina céntrica y pasó a hablar del asunto que ocupa las conversaciones en Colombia por estos días: no los diálogos de paz, sino el traspaso de los integrantes de la selección de fútbol a distintas ligas del mundo.
“Mi  pareja”, dijo el hombre, y ni siquiera le dio a la mujer la oportunidad de responder al saludo. Con el mismo tono pudo haberme mostrado su nuevo reloj o exhibir su más reciente modelo de teléfono móvil. No dijo mi mujer, mi novia, mi amante o mi moza , para  utilizar un vocablo caro a la tradición sentimental colombiana. Los vi alejarse  y pensé que, en últimas, pareja puede ser cualquier cosa, incluso  una muñeca  hinchable o una de esas  personas contratadas por horas conocidas como  damas o caballeros de compañía. Al fin y al cabo, pareja es todo lo que forma un par.
Así van las cosas. Como todos sabemos, el lenguaje no es  solo un instrumento o una simple  función de la comunicación.  Ante todo expresa una manera de ver los seres y las cosas: una cosmovisión. Por  eso, seguirle el  rastro a sus usos, abusos y transformaciones constituye una  buena manera de aproximarse al espíritu de los tiempos.
Una de  las características del capitalismo tardío consiste en hacer de todas las decisiones y acciones de las personas un acto de consumo y derroche, al punto de  que esto último define el ser: consumo, luego existo. De lo anterior se deriva  una forma extrema y refinada de la  asepsia. No comprometerse con nada ni con nadie para no ensuciarse pero, sobre todo para no sufrir su pérdida. Me despojo de los seres  y las cosas antes de que ellos me abandonen. Dentro de esa concepción del  mundo, cualquier forma de dolor deviene antítesis del placer. La  conquista de este último, en su sentido más elemental, constituye la premisa básica del mercadeo y la publicidad


Por ese camino,  hasta las cosas más amables y amadas acaban por despersonalizarse. Se despojan de su contenido. Cuando digo mi pareja reduzco al otro a su condición más funcional: la de distraer  mi ineludible soledad. De ese  modo intento vaciarla de su biografía, vale decir, de todo lo que la  hace impredecible, compleja, y por eso mismo deseable.
La historia personal del otro – no de “mi pareja”: del otro- implica un  sendero de goces y desdichas por el que debo transitar, si de veras quiero acceder a una parte de su ser y solidarizarme con sus heridas y expectativas. En  esa pequeña y frágil parcela acontece lo que  llamamos conocimiento o, cuando menos, intuición de  lo más  esencial de nuestros  compañeros de viaje. Y, como lo sabe cualquiera que se haya hecho al camino, el conocimiento cuesta.
Esta última cuota es la que nos negamos a pagar. En el mundo diseñado por la publicidad  y el mercadeo todo brilla y se nos presenta  rodeado por el aura seductora de lo fácil. En los comerciales de televisión pareciera que todo se encuentra al alcance  de la mano. Nadie nos advierte que para obtenerlo es preciso  alienarse del propio ser y convertirlo en moneda  intercambiable en  el mercado.


Nada mejor que el cancionero popular para acercarse a las esperanzas y desdichas de la gente.  Si usted hace el ejercicio, entre  millones de canciones escritas abundan   los vocablos novio, amiga, amor, amante, esposa, amado y moza, pero no pareja. Esta última pertenece  al lenguaje de sicólogos y terapeutas, cuyo objetivo último es adaptar o readaptar los  individuos al  sistema o, lo que es lo mismo, engancharlos a la cadena de la producción, el consumo, el descarte y la vuelta a  empezar.
La sola masificación de esa palabra debería alertarnos sobre un decisivo cambio  en nuestra manera de disfrutar y padecer los sentimientos. A lo mejor  todavía estemos a tiempo de vivir las experiencias del corazón  y el deseo de una manera menos dispareja.

miércoles, 23 de julio de 2014

Aves de paso




Como la del talante andariego de los gitanos, la  figura del ave de paso ha devenido metáfora fácil relacionada con el tópico de la libertad. Esa misma condición la reviste de un carácter ambiguo y manipulabe: lo mismo puede ilustrar el espíritu de aventura de ciertos buscadores como la irresponsabilidad propia de quien no  quiere comprometerse con nada.
Para algunos esa es una de las características del  mundo globalizado: los individuos  y las empresas van  y vienen siguiendo el norte de los mercados. Eso en sí mismo no es bueno ni malo: todo depende de la manera como cada quien aproveche las circunstancias  para su propio beneficio  y, si posee alguna conciencia de su ser social,  para el de los demás.
Las anteriores inquietudes surgieron después de una visita repentina de mi vecino, el poeta Aranguren. Como les he contado en ocasiones anteriores, aparte de su pasión por los clásicos griegos y latinos, al hombre lo devora un amor no correspondido  hacia el Unión Magdalena, un equipo de fútbol que una vez fue grande, para extraviarse más tarde en los meandros de los desaciertos  administrativos y los intereses mafiosos que rodean a ese deporte en el mundo entero.
¡Ñeeeeerdaaa! ¿Me quieres decir  que los hinchas del Deportivo Pereira, el equipo que hicieron grande tipos como Isaías Bobadilla, Moncho Rodriguez, Jairo Arboleda, Mincho Cardona o  Apolinar Paniagua se volverán ahora devotos de unos aparecidos de origen incierto? Me gritó a la cara, provocando la risa de mi mujer,  acostumbrada a sus explosiones de indignación ante asuntos tan dispares como  los desaciertos del gobierno nacional, la incivilidad del vecindario, la corrupción rampante o  un mal arbitraje que sepultó aún más a su equipo amado en la segunda división.

                                                   Deportivo Pereira 1972

Se refería claro, a la posible llegada a  Pereira  del equipo de fútbol conocido  como  Águilas Doradas,  surgido hace  años con el nombre de Industrial Itagui, en la ciudad de este último nombre. Gracias  a un acuerdo con la administración municipal y con los propietarios del Deportivo Pereira, ese club  tendría desde ahora a la ciudad como sede  de sus juegos, tanto a nivel de los torneos locales como de los compromisos internacionales.
Por supuesto, les asiste  toda la razón a  quienes argumentan que ese convenio dinamizará en varios frentes la maltrecha economía local, aparte de generar ingresos para mantener un estadio en el que se  enterraron  alrededor de treinta mil millones de pesos, con el fin de  cumplir las imposiciones de la Fifa para la realización de un torneo mundial de categorías menores.


Pero quienes  vemos en  este juego un hecho que va más allá de lo deportivo compartimos la desazón del poeta Aranguren. Desde su nacimiento, los clubes de fútbol han operado ante todo como un referente de identidad  individual y colectiva. Ya se trate del barrio, la vereda, la ciudad, la región o el país, contribuyen a reforzar la ilusión de pertenecer a  una comunidad, cuanto más imaginada mejor. Pero  de un tiempo para acá, estas organizaciones son cada vez más en Colombia aves de paso, en el peor sentido de esa expresión. Van de  ciudad en ciudad, dependiendo del humor  y de los intereses de sus propietarios o de las prebendas  ofrecidas por los gobernantes de las localidades  de acogida, que además necesitan circo  para su pueblo. Uno de los casos ilustrativos es el del Club Alianza Petrolera, que ha tenido por lo menos tres  sedes distintas en su corta historia, lo que de entrada imposibilita que alguien se enamore de veras de sus colores. Según mi vecino, cuya lucidez se acrecienta a medida que se echa un nuevo trago de ron  Tres Esquinas al coleto, ese puede ser el destino de estas aves  que intentan hacer nido en Pereira.

jueves, 17 de julio de 2014

Dígamelo en castellano





El evento tuvo lugar en Pereira, Colombia, un país que, entre  más de un centenar de dialectos, tiene como lengua oficial  el castellano. En ella se han escrito poemas tan bellos como los  Nocturnos de José  Asunción Silva o novelas tan  colosales como Cien años de soledad. En ese idioma tejieron  sus relatos los cronistas de Indias, abrumados por la desmesura del paisaje y lo inabarcable de las distancias.
 Por lo visto, a los organizadores de ese  seminario, congreso o feria no les bastó la lengua utilizada por Porfirio Barba Jacob  para escribir su Canción de la vida profunda, porque decidieron ponerle el siguiente nombre: “Coffee Break  for Business  and Technology”.  Además, entre sus productos se encontraba un show room, aparte de un espacio para clusters y commodities.
Ya sé que algunos de ustedes me van a moler a palos. Van a decir que estamos en tiempos de la globalización y por lo tanto debemos pensar en grande, según dicen los teóricos de la administración y el crecimiento personal. En esa medida el conocimiento  y utilización de un segundo idioma  es cuestión de supervivencia.
Y tienen  toda la razón. Pero mi malestar no tiene relación alguna con el  patrioterismo- sentimiento que detesto- y menos con esa forma de pasión desmedida por lo propio que anula de entrada el reconocimiento de los  valores ajenos. Simplemente pienso que todo tiene su tiempo y su  lugar: está muy bien que nuestros  ejecutivos y empresarios se capaciten para hacer negocios en todos los idiomas, incluidos los mencionados en el relato bíblico de  la Torre de Babel. Se necesita como mínimo el inglés para negociar con un extranjero que nos visita  o cuando en procura de nuevos mercados viajamos  a lugares  remotos de la tierra
Pero que hablemos-  bastante mal, por lo demás- la lengua de Shakespeare y Los Beatles entre nosotros mismos no puede ser sino una muestra de ese esnobismo hijo del sentimiento de inferioridad que caracteriza a los individuos  y a las sociedades  ansiosas de reconocimiento ajeno. Eso hasta se les perdona  a los muchachos cuando ofician sus rituales en las discotecas de moda o a través de  los códigos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. De ahí  a recibir todos los días invitaciones que hablan de coaching , outsourcing y benchmarking o escuchar a  programadores de radio presentarse a sí mismos como diyeis media un trecho  bastante grande.


 Y es  que llevado al campo de los adultos hispano hablantes el asunto se vuelve sospechoso. El evento en cuestión  pudo haberse llamado Un café para hablar de negocios y tecnología. Suena  hasta más acogedor. Además, el mensaje es claro, preciso y conciso, como lo piden los expertos en comunicación. Referirse a  cadenas productivas en lugar de clusters, reemplazar  show room por sala de exhibiciones y decir materias primas en lugar de commodities  resulta más amable y  cálido para un lector u oyente. Si la lengua  nos define  en tanto individuos y parte de un colectivo, utilizar las viejas y conocidas palabras  nos  hace sentir en familia. Ya  lo han repetido cientos de veces iniciados  y profanos: la única patria verdadera es la lengua. Cuando viajemos o recibamos visitantes extranjeros tendremos  ocasión de poner a prueba  la vastedad o precariedad de nuestros conocimientos. Por ahora, dígamelo en castellano.

jueves, 10 de julio de 2014

Libros y cervezas




En Colombia pasan cosas muy raras: desde amantes de los animales dedicados  a organizar marchas para reclamar por la cacería de un hipopótamo que representa un peligro para los campesinos, hasta desfiles de mujeres ataviadas con  trajes rosa en protesta por la que consideran estigmatización de sus congéneres oriundas de  Pereira. Lo curioso  es que a estas últimas les importa un rábano el asunto.
 Lo sucedido en el mes de  marzo con un video promocional de la cerveza Póker, con motivo de la celebración del llamado Día de los amigos, resultó una singular muestra no solo de nuestra predisposición para el absurdo sino de la capacidad de las redes sociales para provocar y multiplicar  la histeria colectiva.
El contenido del video en cuestión es bien conocido: un tipo llega a cumplir una cita con sus amigos con una enciclopedia como  regalo. La decepción de  los compinches no se hace esperar, hasta que descubren que dentro del mamotreto  hay una cerveza.  Entonces la felicidad se  desata y las cosas vuelven a la normalidad. Por el momento todo  tranquilo... hasta que se multiplicaron los mensajes de protesta  emitidos por quienes consideraban el  comercial como una afrenta al libro y a la lectura, al punto de que la empresa cervecera, en un inusual acto de autocensura, decidió retirar  de circulación el video de marras. Bueno, retirar  es un decir: en Internet, luego de puesta en marcha una información se  desata una reacción en cadena que ya nada puede detener.
“Bueno es culantro pero no tanto”, sentenciaba mi abuela Ana María con su lapidaria sabiduría de campesina. “No  se puede ser más papista que el papa" , afirman otros para prevenir sobre  los riesgos del exceso de celo. Creo que por ahí va la cosa.


En realidad no hay  incompatibilidad alguna entre  la lectura de un buen libro y el disfrute de una cerveza o de  cualquier otro trago. Es más: los dos actos pueden ser complementarios. Un goce  acrecienta el otro. En mi caso prefiero un ron doble o un buen vino tinto. Si hubo alguna falla debemos buscarla en la pobre  imaginación del diseñador de la campaña que hizo de la bebida y  la lectura hechos antagónicos. Pero  de ahí a justificar semejante  zafarrancho  media un trecho muy largo.
Somos un país que no lee y cuando lee lo hace mal. Los  más recientes estudios indican que no comprendemos los textos más elementales. Esa carencia se refleja en nuestra incapacidad para  pensar  en metáforas  y por la tanto para comprender o emitir conceptos. Ese es un problema de nuestro modelo educativo o incluso de  nuestro proyecto de sociedad como un todo. No por casualidad en las aulas se idolatra  al patán y se somete a escarnio al estudiante  aventajado. Por alguna especie de tara de origen bíblico experimentamos un temor ancestral ante el conocimiento.
Y eso no vamos a resolverlo con una pataleta por una campaña publicitaria. Mejor  haríamos en revisar el modelo educativo completo, empezando por el de la  formación  en casa, hasta llegar a los niveles  superiores. Solo así podríamos formar individuos críticos, reflexivos y autónomos, capaces de decidir  entre cosas complejas o simples, como la lectura de un buen libro o el disfrute de un trago de licor. O  las dos cosas juntas, para que  la dicha sea completa.

PDT : les comparto enlace al video en cuestión.
 http://cerosetenta.uniandes.edu.co/%C2%BFun-libro-el-pais-segun-poker/