martes, 28 de agosto de 2012

La historia oficial




La historia oficial nos dice que la ciudad fue fundada un 30 de agosto de 1863. En su himno se habla de “heroicos y buenos hijos”. Los primeros cronistas hacen  énfasis en  el progreso incesante como una de sus improntas y en el talante liberal como seña  de identidad de sus habitantes. Además insisten en las acciones generosas de la familia Pereira Gamba a la hora de donar los terrenos para los primeros asentamientos. De manera simultánea se habla de una vocación comercial temprana y de un espíritu siempre abierto a las corrientes del mundo.  Casi siglo y medio después, las palabras gesta y pujanza   encabezan los discursos pronunciados en las fiestas aniversarias. Con ellas se ha alimentado, entre otras cosas, el mito de una exclusiva colonización antioqueña.
 Sin duda algunas de esas cosas  son ciertas. Pero  hay otras historias  no  contadas, y menos desde la palabra escrita . Por ejemplo, la aventura de Guadalupe Zapata, una mujer de raza negra ignorada en los primeros  textos por eso mismo: Por negra y por mujer. Asunto  apenas natural en una aldea  que desde muy temprano quiso borrar el componente mestizo de sus primeros habitantes, llegados desde las haciendas  azucareras del Cauca, de las montañas donde los Embera Chamí  amasaron  su destino milenario. Y claro: También desde territorio antioqueño.
A   resultas de todo eso, en los clubes sociales  decidieron un día  escoger al bambuco como expresión  musical   de una identidad unipolar. Pero nada es tan simple. Por fortuna, basta recorrer las calles de Pereira de noche y de día para sentirnos invadidos por la multiplicidad de ritmos que nos habitan. Tangos del Río de la Plata o compuestos en el puerto de La Virginia, da lo mismo. Salsa y boleros de las Antillas. Rock de Manchester o Detroit. Baladas de México o Venezuela. Vallenatos de la Guajira  y despecho de todas partes. Todas esas músicas dicen algo de nuestra condición.
Cada   cierto tiempo tomo mi morral, calzo mis tenis de siete leguas y salgo a reencontrarme con sus rincones, sobre todo los  negados por las voces  del poder. Detrás del cerro de Canceles palpita una abigarrada multitud  expulsada de todas partes por la pobreza o por una de las muchas violencias que nos definen como país. “Ciudadela Tokio”  bautizaron a ese lugar, con no poca dosis  de ironía. Según los urbanistas, una ciudadela es un conjunto de residencias dotado de servicios que garanticen las condiciones mínimas de dignidad para una población: Recreación, deportes, salud, trabajo, educación, zonas verdes y opciones para uso creativo del tiempo libre. En Tokio  de esas cosas solo se escucha hablar cuando los políticos  en campaña se  deciden  a trepar la ladera en cuya cima alientan  varios millares de votos potenciales.
Otra cosa es recorrer a Cuba. Los nombres de algunos de  sus barrios todavía  guardan  reminiscencias de los tiempos de la revolución que le dio nacimiento  al sector: La Habana, Leningrado,  La Isla. En los años setentas y setentas, buscando el sueño americano, muchos de sus habitantes  fueron a parar a lugares como Queens y New Jersey   de donde importaron el gusto por la salsa dura y los hábitos de consumo de la clase media de   Estados Unidos.
En un ejercicio de prospectiva adelantado durante la alcaldía de Israel Londoño, los expertos participantes reconocieron por primera  vez el papel de las economías ilegales en los procesos económicos y sociales de la ciudad. Es decir, le pusieron nombre técnico a nuestra facilidad para incorporar las prácticas y la estética de las mafias que  forjaron a su medida la reciente historia de Colombia . Centros Comerciales, discotecas, restaurantes, fincas con saunas y toboganes, automóviles de alta gama y   clínicas  donde las muchachas se operan pechos y trasero a pedido de los nuevos ricos son parte de un paisaje devenido símbolo de una manera de ver el mundo fundada en el arribismo.
“Solo nos queda puro el hijueputa/ y lo estamos negando todavía”, escribió el poeta Luis Carlos González, hastiado de las pretensiones de unas élites proclives a  la irrealidad. Hoy, en medio de tanta celebración, quizás nos haga  falta una buena dosis de esa sana  lucidez, para asomarnos   a los otros rostros  de   nuestra realidad, escamoteados una y otra vez por la historia oficial.

jueves, 23 de agosto de 2012

Entre conjuros y talismanes




Cuando escucho el estribillo de ese comercial experimento la vieja conocida sensación de deja vu. Ustedes también están familiarizados con ella: Esto lo he visto  o  sentido antes. Quienes creen en la reencarnación ven en ello una prueba de sus vidas pasadas. Los más escépticos  confirmamos una antigua sospecha: El mundo no para de dar vueltas en redondo, como un animal ansioso.
En fin. El mensaje en cuestión dice así: “Hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás existe Master Card". No me van a negar que hay algo de místico en una persona capaz de depositar todas sus esperanzas en una  tarjeta de crédito. Basta  contemplar el aire extático  de algunos consumidores cuando la introducen por la ranura y digitan  su clave. La clave. Los cabalistas hebreos lo llaman el Tetragrammaton, es decir las cuatro letras que forman el nombre secreto de Dios. He visto a muchos poner los ojos en blanco, como si en  lugar de  un pasaporte a la esclavitud  redimible en cuotas mensuales tuvieran en sus manos las llaves del paraíso.
Fue la expresión del rostro de un amigo al utilizar su tarjeta para pagar un  boleto de avión la que me condujo a indagar en  viejos libros, hasta encontrar  una frase parecida a la del comercial en un  texto sobre   los mitos y leyendas del rey Arturo. “Aquél que saque esta espada de esta piedra y  de este yunque, será rey de toda  Inglaterra” ¿Les suena familiar?  De no ser así les ruego me disculpen. Ya lo dijo un escritor latinoamericano: “También los paranoicos tienen enemigos”.
En mi  interpretación, el truco no puede ser más evidente. Buenos hijos de la revolución industrial, los primeros publicistas no tardaron en descubrir el camino para   exacerbar de una vez y para siempre los apetitos de  los consumidores, esa versión laica de los antiguos feligreses de las iglesias. Se trataba de apelar  a los estadios primarios de la mente humana, cuando los anhelos se materializaban  y los peligros se neutralizaban pronunciando la  frase mágica y esgrimiendo el objeto tocado por la gracia. Este último podía ser una vara,  una piedra, una cruz o   una espada. En nuestros días, más asépticos al  fin y al cabo, esos objetos  se ofrecen  plastificados y están asegurados- otra palabra cargada de sentidos- por un código de barras. Además, los conjuros vienen con música incorporada. Esto último es  esencial. El  individuo con capacidad adquisitiva o de endeudamiento es devuelto de golpe, por obra  y gracia de un estribillo pegajoso,  a los tiempos cuando los más viejos lo adormecían con cuentos de hadas y lo enviaban de viaje a  las praderas del sueño. Solo que  en nuestro caso  las propagandas le encienden los deseos y lo mandan de peregrinación a los pasillos del centro comercial.
De modo que, varios miles de años después, el Homo  sapiens  sigue en el reino de los talismanes y conjuros.  “Señora, no le quite años  a su vida: póngale vida a sus años”, predicó un publicista guatemalteco con ínfulas de poeta y cantante. Acto seguido, varias empresas de cosméticos y cientos de grupos de la tercera edad hicieron suya la frase y salieron a recorrer los caminos con el absurdo propósito de demostrar que ni la edad, ni el envejecimiento ni la muerte existen si se tiene a mano una buena  provisión de fórmulas mágicas  para reavivar la pasión y cremas para  esconder las  arrugas. Una vez más, los adultos jugamos  a seguir siendo niños para  no enfrentar el lado más devastador de la realidad. Además ¿ A cuento de qué preocuparse si todas nuestras tribulaciones pueden ser resueltas con una simple llamada al vendedor de   productos por catálogo? Si ustedes se han fijado,  esas empresas han conseguido traducir  el perdido espíritu religioso al mundo de los negocios. Las comisiones son bienaventuranzas. Las transacciones  son conversiones. Los  ahorros son indulgencias. La pobreza es un castigo divino por no atender el evangelio del consume y cállate. Nada de preocupaciones entonces. La derrota y el fracaso han sido abolidos. Y como gran banda sonora  de esa puesta en escena de la dicha terrenal disponemos de un arsenal completo de conjuros y talismanes. Como el mensaje  dirigido a las muchachas en flor a través de Internet con imágenes en tres dimensiones y música de saxofón: “Eres joven, eres bella, eres única y mereces lo mejor . Por  ejemplo: Un   hombre capaz de cambiar su reino  por un  Ferrari para llevarte   a tu disco favorita”¿Quieren más?

jueves, 16 de agosto de 2012

Defensa del hijo calavera




Con seguridad, muchos de ustedes han recibido el mensaje por el correo electrónico, las redes sociales o incluso en  una hoja volante deslizada  bajo su puerta. La invitación dice así: “Descubre al niño interior dormido en ti. Talleres todos los sábados  en  horarios adaptados a tus necesidades”.Y sigue una lista de números de teléfono disponibles para quien desee acometer la enojosa tarea de despertar a los infantes.
Como creo que en lugar de un niño dormido los humanos tenemos adentro una bestia herida por siglos y siglos de represión, propongo desde  esta ventana una defensa del hijo calavera. Al fin y al cabo, no tiene sentido despertar a los chicos a un mundo de pesadilla. Hace poco leí en el periódico que uno de ellos fue  arrojado desde un piso diecisiete , al parecer   por un prójimo incapaz de  manejar a su bestia .
Para empezar, debo decir que toda familia digna de ese nombre precisa de un hijo calavera que  la salve de la neurosis.  Bien sabemos que  el exceso de normas  y reglamentos es el camino más corto para llegar a la locura. De hecho, la historia de  nuestro modelo educativo es un extenso decálogo de prohibiciones ¿No dijo un gracioso por ahí que todo lo bueno de este mundo  engorda, es pecado o las dos cosas juntas?
En realidad, no sé si el hijo calavera, dichoso como vive al margen de sus parientes  desquiciados, precise de  alguna defensa.  Pero  aquí van algunas de mis razones :
Para empezar, con todo y lo saludable que es un buen polvo, seguimos regidos por religiones empecinadas en abominar del sexo, produciendo de paso una legión de pederastas, violadores  y obsesos adentro y afuera de su estructura burocrática. Una sesión de  talleres con un hijo calavera podría resultarles de más provecho que un año entero en manos de un experto en despertar niños dormidos. Sólo él conoce el arte de deslizarse en camas propias y ajenas sin caer en la tentación de la culpa.
La segunda no es menos valedera. El  tamaño de las prohibiciones acabó por convertirnos en organismos siempre a punto de estallar, como si en lugar de sujetos pensantes y gozosos fuéramos  calderas a presión ambulantes. Para liberarlas se inventaron los espectáculos deportivos (¿Han visto a un hincha de fútbol puteando a toda la parentela del árbitro?) Los centros de diversiones (¿Se han fijado en los ojos desorbitados y en la tez lívida de un adicto a la rumba?) La pornografía ( Ah... la parábola de la impagable gratificación del sexo sin cadenas a la vista) y los cultos religiosos ( Siempre es bueno delegarle  a la insondable divinidad nuestra incapacidad para resolver los nudos de la propia vida).
La tercera reside en que las explosiones sociales derivan a la larga  en una irreversible decepción. Según  algunos sociólogos y antropólogos, el último gran intento  de liberación colectiva fue el sobre dimensionado  mayo francés de 1968. Ya todos conocemos el final: A la vuelta de pocos años sus más incendiarios  protagonistas estaban acomodados en las poltronas del poder. Para completar, sus descendientes se convirtieron en  los sumos sacerdotes de esa religión del arribismo  y el consumo que  hoy gobierna el planeta entero. Los teóricos de la conducta nos dicen que  las claves de esta última se explican por el estímulo incesante de las pulsiones de deseo y frustración que nos atan  la cadena producción-consumo-derroche-produccción por los siglos de los siglos. Nadie como el hijo calavera para sortear la dificultad : Toma la flor del día y se marcha a sus cuarteles de invierno.
Si  usted es  un hijo calavera- condición envidiable- o si es padre de alguno- situación deplorable- conoce la contradictoria posición  de las familias frente a  ese fenómeno de la cultura y la naturaleza. Al mismo tiempo les  huyen y los reverencian  como a  los monstruos de los viejos relatos. La razón es simple y ya  fue esbozada al comienzo : Los  necesitan para preservar la propia salud mental, como los griegos  precisaron del Minotauro para  comprender esa parte de sí mismos que la batalla entre los instintos y la civilización dejó encerrada para siempre en el laberinto.

miércoles, 8 de agosto de 2012

De un mundo raro



                                                                          Para el gran Gilipollas

Recién tuve noticias suyas en una fase  tardía , pero no por eso menos fértil de su carrera musical. Para  entonces, andaba recién escapada  “ De   una cárcel de amor/ de un delirio de alcohol /de mil noches en vela”. Fue en  los años noventas  del siglo anterior. Mientras el mundo-siempre raro-  se debatía en sus eternas convulsiones, ocasionadas en este caso por el derrumbe del imperio soviético,  nuestra dama de poncho rojo repasaba con su voz de papel de lija el cancionero  iberoamericano, devolviéndonos  por esa ruta  a lo más esencial de nosotros mismos: Una manera de experimentar la vida desde las vísceras , mientras otros pueblos lo hacen o tratan de hacerlo desde el intelecto.
Macorina, le  decían sus fieles  devotos. Porque  su relación con la música era ante todo una cuestión religiosa. No  por casualidad los indios Huicholes, acostumbrados a acoger en sus comunidades a figuras del arte y el pensamiento  del mundo entero, la erigieron sacerdotisa en sus ritos chamánicos. Con seguridad vieron en ella a una artista, en el sentido  clásico de la expresión , es decir, alguien capaz de forjar mundos dentro de los ya existentes.
Los entusiasmos juveniles y las utopías  políticas de los años sesentas y setentas redujeron  el   rico universo de las músicas  latinoamericanas  a los ritmos andinos surgidos en los territorios de Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y norte de Argentina. Es decir, aquellos lugares marcados por una fuerte tradición  indígena.  De ese  modo borraban sin proponérselo el fecundo legado que nos define como pueblo : El mestizaje. El corrido mejicano, el son y el bolero de las  Antillas, la salsa de los inmigrantes latinos en Nueva York,  la cumbia y el vallenato de  Colombia, el vals peruano y el tango del Río de la Plata pasaban a formar parte del sospechoso catálogo de gustos pequeño burgueses  impuestos  por la penetración cultural de las metropólis. En contravía de  la corrección política de entonces, Macorina se encargaría de recrearnos, enriquecido con su mirada personal, ese patrimonio que va de Agustín Lara a Gardel y Lepera, pasando por Roberto Carlos  y Armando Manzanero
Sus hagiógrafos datan la partida de su natal Costa Rica a una edad temprana : Catorce años. Si asumimos que el lugar donde nace una persona es apenas un accidente, podemos afirmar que  Chavela Vargas fue en principio mexicana y luego latinoamericana hasta los huesos. Su encuentro con  José Alfredo Jiménez, el compositor   encargado de ponerles  nombre a las dichas y desventuras amorosas de millones de personas  en el mundo de habla hispana obró al modo de una iluminación: Ese puñado de canciones reflejaba, como un juego de espejos, el lento y  tortuoso recorrido desde  los feudos rurales  hasta las tumultuosas ciudades donde  los desencuentros se multiplican.
Pero  si bien fue la más importante, la música no era la única de las obsesiones de esta “ Mestiza ardiente de lengua libre/ gata valiente de piel de tigre/ con voz de rayo de luna llena”. Sin necesidad de atrincherarse en los discursos feministas al uso, hizo de la propia vida una declaración de principios frente a las ataduras de una sociedad marcada por la hegemonía  masculina y los prejuicios religiosos propios de la tradición católica. Animada por esa certeza, reivindicó en la práctica  el derecho a hacer del propio cuerpo lo que  a uno  le dé la gana. En el país de los meros  machos no anduvo con rodeos a la hora de admitir  sus gustos sexuales.  Fue así como se plantó en los escenarios con los pantalones bien puestos y no se fijó en gastos  a la hora de ahogar en litros de alcohol las penas propias y las heredadas.
Por eso mismo, recibió en su momento el reconocimiento de líderes políticos y voceros intelectuales  en las dos orillas del Océano Atlántico. En su manera de cantar nuestras penas y olvidos alienta mucho de la fuerza  telúrica de Diego Rivera o de la rabia de siglos contenida en los murales de Siqueiros. Sin embargo, a diferencia de los artistas mencionados ,  nunca  precisó de partido político alguno para dar rienda suelta a su rebeldía infinita : Para eso le bastaban las canciones, los escenarios y las legiones  que  compraban sus discos  o peregrinaban hasta  los lugares donde oficiaba el rito de  curar las heridas con canciones.
 Dicen que, fiel a  la  promesa, asistió a su propio entierro para burlarse de sí misma y de paso escuchar a  su compinche andaluz cantar aquello de “ Quien supiera reír/ como llora Chavela”.

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Los textos entre comillas pertenecen, cómo no,   al tributo que el poeta andaluz Joaquín Sabina le rinde  a su cuate Chavela en la canción " Por el bulevar de los sueños rotos". Aquí va el enlace.



miércoles, 1 de agosto de 2012

Suicidas y fugitivos




La revista Mind and Health  reseña  los resultados de una discusión  académica sobre los factores  determinantes  del suicidio  entre machos y hembras   ubicados en un rango de los doce a los setenta años.
La primera curiosidad reside en la motivación aparente del simposio o seminario en cuestión: Dilucidar por qué  entre los  estratos bajos de la población las rupturas amorosas tienen   alta incidencia en la decisión de acabar con la propia vida, mientras en la clase media alta y alta cobran más peso las razones económicas. Como  la quiebra o la pérdida de un alto  cargo, por ejemplo.
A primera vista parece innecesario  destinar  tiempo y recursos para discutir algo que resulta obvio.La literatura rosa, ese nunca bien valorado observatorio del alma humana,   se ha ocupado con profusión del primero de los casos. Para los pobres,  la persona amada resulta ser el más preciado, si no el único de los bienes terrenales. Un  breve recorrido por el mundo de las telenovelas o el cancionero popular nos brinda suficiente ilustración. “Sin ti  no soy nadie”, “Eres lo único que tengo”, “Todo lo que soy te lo debo ti” son expresiones tan socorridas y elocuentes en su literalidad que hacen redundante cualquier ejercicio interpretativo. En  el terreno económico las cosas corresponden aquí a otras lógicas: Al no poseer bienes materiales los pobres están libres del temor   a perderlos.  Además, en el  ejercicio  de la supervivencia son duchos en el arte del rebusque o lo que técnicos y economistas conocen como economía informal. Mal podrían temer la pérdida del empleo quienes casi nunca lo han tenido en términos legales y dignos. Como  si se necesitaran pruebas,  hace poco en un barrio popular  de  Pereira se  ahorcó un hombre que llevaba   una década sin encontrar trabajo estable. Pero el detonante  real de su decisión fue otro: El abandono de una muchacha, después de un romance de cinco  semanas.
Como ustedes habrán concluido, en los estratos medios altos y altos  la ecuación se invierte. El  poder  económico y el prestigio social tienen una relación directa con la capacidad  para encontrar pareja. Allí funciona  a la perfección una de las dinámicas del mercado: Donde hay demanda constante no tardará en aparecer la  oferta. Así que,  de no ser un caso de romanticismo mórbido, una pérdida amorosa o sexual no constituye  un asunto tan grave: Si el desairado no opta por encerrarse en su concha  los  posibles reemplazos del  amado remiso no  tardarán en aparecer. En este caso, la chequera y el corazón son por lo general vecinos bien avenidos.
Pero cuando se trata de la bancarrota o la pérdida del cargo las cosas suelen adquirir un tono distinto. En  la práctica, a estos niveles la  posición social y económica   define la identidad toda de los individuos. Soy lo  que poseo o al menos lo que detento, en este caso un  empleo capaz de garantizar prácticas de  consumo suficientes  para darle la ilusión de trascendencia a la propia vida. Cualquier amenaza  en ese frente pone en entredicho el sentido y el valor de la existencia toda. Por eso mismo, en el campo de la política los estratos medios  y altos han sido los soportes de los totalitarismos: Estos últimos regímenes  ofrecen la dosis de  fuerza y seguridad suficientes para mantener el estatus, es decir todo lo que constituye la referencia del propio valor ante la mirada de los demás. Todo posible deterioro de esas condiciones  supone el riesgo de  hacer reales las intuiciones del pensador francés Jean Paul Sastre: El infierno son los otros. Dicho con otras palabras: La medida de nuestro tormento es el ojo encargado de juzgarnos. Lo insoportable de esta última perspectiva hace entonces preferible el pistoletazo  en la sien  a la alternativa de ser   evaluados  por  aquellos que alguna vez miramos por encima del  hombro.
Los tabloides sensacionalistas son un  instrumento de primera mano  para medir los niveles de violencia de una comunidad. Infortunadamente, para efectos de investigación, los suicidios de los más poderosos casi  nunca aparecen registrados   allí. De modo que sus páginas nos ofrecen solo una cara de lo propuesto por la revista Mind and Health : La de  los pobres desairados por el amor que se beben una pócima de veneno o se arrojan a las vías del tren. Nada nos dicen de los fugitivos que prefieren  salir de escena con la ayuda de su pistola, antes  que someterse al desplante de sus socios del club.