martes, 22 de octubre de 2019

Carteles políticos




“El voto en blanco es la forma suprema de la desesperación política”, sentenció el profesor Danilo Herrera, sentado a una de las mesas de El cafetín, un popular tertuliadero ubicado en el centro de Pereira.

Al fondo, colgada de la pared, una fotografía de Agustín Magaldi  parecía asentir desde la eternidad.

“Mmmm… mal puede desesperar quien nunca ha estado esperanzado. Lo mío es apenas una variante del descreimiento absoluto”, le respondí.

En ese momento, los  otros contertulios tomaron partido: dos del lado del descreído y dos partidarios del esperanzado.

Empate técnico apenas  a una semana de las elecciones para gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y ediles.

La  variopinta y no pocas veces perversa fauna que controla la vida de Colombia desde hace por lo menos trecientos años.

Es decir, mucho antes de que este territorio se llamara Colombia.


Bien provistos de café amargo, los seis conversadores: dos profesores, un abogado, un vendedor de confecciones, un cura retirado y este servidor, contador de historias, se abandonaron  a una de esas deliciosas charlas de café  en las que el tiempo  entra en suspensión y la realidad es una materia proteica que se acomoda a los antojos de cada quien.

Sólo por joder, les dije que Darío Echandía, un viejo zorro del Partido Liberal de hace más de medio siglo, escribió alguna vez que un partido político es un proyecto de sociedad en movimiento.

Desde luego, hoy no queda ni  rastro de esa idea. Convertidos en lucrativas empresas que no pocas veces rayan con el crimen organizado, los partidos políticos en Colombia operan a modo de fondos de inversión, donde  aportantes disfrazados de cualquier cosa depositan sus dineros  a la espera de que un triunfo de su favorecido les devuelva con creces el dinero apostado en la ruleta electoral.

Es decir, auténticos carteles políticos.

El modelo es de sobra conocido: contratos, cargos  públicos, coimas. Es decir, lo público como un botín en el que modernos piratas y corsarios entran a saco.




Ante la sola mención de la palabra pirata, sentí que Gardel me hacía un guiño desde  su cielo sin nubes: es lo más parecido a la esperanza que he experimentado  en el último medio siglo.

Justo entonces Hugo Medina, un profesor de filosofía borrachín y nihilista- y perdón por la redundancia- se sacó de la manga una lista  de imágenes que  pueden resumir  por si solas la sustancia de la que están hechos nuestros  aspirantes a tomar el gobierno:

-Bolsas negras de plástico repletas de dinero en efectivo, sacadas por mensajeros furtivos a la madrugada con destino a la compra de votos.

-Empleados públicos  amenazados con la pérdida del empleo si no votan por los políticos que los pusieron en el cargo.

- Empleados públicos sometidos al pago de  un porcentaje de los salarios recibidos,  destinados luego a la financiación de las campañas de sus benefactores.

- Gastos de campaña sufragados con  dineros girados por reconocidos capos del narcotráfico.

- Saqueo del erario con el fin de financiar campañas y acrecentar las fortunas personales.

- Propaganda negra urdida por geniecillos del mal conocidos bajo le etiqueta de Consultores o Asesores de campaña, diestros en manejar las redes sociales para replicar prácticas tan antiguas que se remontan a los tiempos del Imperio Romano.

“Todo el mundo denuncia, pero nadie aporta las pruebas, por temor a ser silenciado a balazos”, terció Julio César, uno de los esperanzados.

“Eso, eso, en este país un balazo no se le niega a nadie- espetó, resucitado, el profesor Danilo Herrera-, y añadió: Por eso es el momento de empezar a cambiar”.


Ésta última palabra me produjo vértigo: los demagogos la han manoseado tanto que sólo nos queda  la cáscara vacía. Es de  esos vocablos que ya no dicen nada y necesitan, por lo tanto, de un cambio.

Como se acercaba  la hora del almuerzo, de repente los contertulios nos volvimos prácticos y el profesor Herrera dio inicio  a la sesión de probabilidades electorales. Entre números y ecuaciones decidió que solo había dos candidatos con opciones reales para tomar las riendas de la ciudad.

Así dijo: “tomar las riendas de la ciudad”.

“Ellos son Carlos Maya y Mauricio Salazar”, exclamó, alzando su dedo índice con aire admonitorio.

Ahí está el problema, señores, les dije, cansado ya y con el estómago pensando en un buen churrasco: que no son opciones, que son  apenas dos máscaras de lo mismo.

El primero es   una artimaña de la actual administración para prolongar su dominio y el segundo… bueno, el segundo por algo renunció a su carrera en el congreso de la República para jugársela por la alcaldía de Pereira.

Como dijo el gringo: “Business are  business”

Así que, señores, gracias por el café y que entre el diablo y escoja.

PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada




8 comentarios:

  1. Desde los ventanales sobre la entrada del Palau de la Generalitat, en Barcelona, cuelga un cartel con esta leyenda: “Llibertat D’Opinio I D’Expressio”, aclarando abajo que es el lema del artículo 19 de la declaración universal de los derechos humanos. Hoy encontré la foto de esto en un tuit de un amigo, excelente periodista, y a riesgo de fastidiarlo contesté: “Admirable reclamo y aspiración... si no fuera que la gente que milita desde ese edificio no admite opiniones diferentes de las suyas”. Mi amigo no se ofendió...

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  2. El fundamentalismo tiene sutilezas de ese tipo, mi querido don Lalo: invocar nobles ideales para justificar atropellos y crímenes.
    ¿No era así como operaba la "Santa" Inquisición?

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  3. Muy agudo comentario el de Lalo. En esta sociedad se escuchan permanentemente loas a la democracia, instando a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto, lo que en la práctica viene constituir el mismo derecho que tienen los desposeídos a vivir arropados por la oscuridad, debajo de cualquier puente. Soy Martha Alzate, directora del portal web de historias lacebraquehabla.com Muy invitado a escribir en nuestro portal, cuando lo considere y tenga la oportunidad. Saludos.

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  4. De total acuerdo con vos Gustavo...Solo que , eso de negra en una propaganda,me deja un mal sabor...Javier.

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  5. Bueno, la corrección política no es mi debilidad, apreciado Javier.
    Digo... por lo de propaganda negra.

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  6. Esas charlas de café que usted narra, tocayo, me recuerdan mucho las historias de Bioy Casares. Yo creo que desde el Cafetín usted podría armar una novela para leer en una sentada. Esas pequeñas alegrías que se pueden llevar en el bolsillo. O, por el contrario, una gran novela, aquellas “histórica”, de lo que es nuestra historia contemporánea, e incluso del tiempo presente, vista desde Pereira.
    Por lo demás, estoy en el bando nihilista.: la política en México realmente es una estructura moldeable, de plastilina, que se acomoda y se transforma pensando en cómo amortiguar los problemas y críticas internas del presente para ser lo mismo, pero con otra máscara. Solo es pensar en el nuevo partido en el poder, Morena, el del presidente López Obrador. Se creyó que iba a ser una representación mucho más fuerte de una reflexión crítica. Pero acá en Baja California, acá en Tijuana, Gustavo, en las elecciones a gobernador y alcaldes, el PRI y del PAN acomodaron la estructura del partido en Morena. Serán lo mismo. Y siempre, para demostrar la inmediatez de la "revolución" (que en realidad una revolución es un giro de 360 grados, pero en ese giro hay un cambio) golpean al gobierno saliente. Sin embargo, no lo hacen porque se lo tenga merecido o sea necesario criticarlo, no. Sus intereses son mediáticos. Es el alboroto del instante, aunque suene a pleonasmo.
    Abrazos maestro.

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  7. Apreciado Eskimal : en el fondo, la democracia, al menos lo que conocemos por tal, no pasa de ser un asunto de formas.
    Al fin y al cabo, las cosas funcionan mientras la estructura de poder no se sienta amenazada. Y si esto último sucede, no tardan en aflorar las viejas y conocidas formas de silenciamiento y represión.
    Para muestra, la interminable lista de disidentes secuestrados, silenciados, asesinados y desaparecidos.

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