miércoles, 21 de abril de 2021

Daños colaterales



 Cuatro semanas atrás, durante una visita a Colombia para tratar la situación de los venezolanos en  el país, una funcionaria de ACNUR utilizó la expresión“esperanzosa” para  referirse a las  expectativas   generadas tras la promulgación del Estatuto Temporal de Protección   de Migrantes por parte del gobierno colombiano.

Desde luego, la señora quería decir esperanzadora. Sólo que se vio  obligada  a adaptar la palabra a la  gramática de  su lengua nativa. Hasta ahí todo va  bien : así funciona el uso  de los idiomas aquí y en cualquier parte. Recordemos  la forma como nuestro lenguaje coloquial convirtió el inglés watchman en guachimán o el Round point en rompoy. Así se enriquecen  y transforman las lenguas de la tierra.


Pero una cosa son las transformaciones naturales y otra muy distinta el arribismo expresivo. Ya me imagino al esnob de coctel hablando de una obra esperanzosa, tal como muchos tecnócratas  utilizan  hoy el verbo aperturar en lugar del humilde abrir, recepcionar en sustitución  del útil y claro recibir, internación  para decir ingreso o visualizar, en remplazo del  más preciso ver.

Eso para no hablar de los abusos perpetrados por el periodismo deportivo, donde en lugar de usar el viejo y preciso marcar se apela ahora al confuso y feo referenciar.  “El defensor referenció al delantero rival”, recitan y las audiencias se  sumen en el estupor, ante la imposibilidad de entender lo que les quisieron decir.

Y  se supone  que la clave de la buena comunicación es la claridad que conduce a la comprensión.



Esas cosas nacen de la necesidad de vérselas con un organismo  vivo y  palpitante como es el lenguaje. Pero siempre estaremos transitando los límites del absurdo cuando los usos no corresponden a la necesidad sino a la pose o  a la voluntad  de manipulación. En este último caso, en lugar de enriquecerse el  idioma se  empobrece. No sé quien fue el primer tecnócrata  al que se le ocurrió utilizar el verbo socializar  en sustitución de expresiones tan diáfanas como divulgar, hacer pública o compartir una información.

En todo caso, por esa ruta hemos llegado a la tontería de  decir que vamos a socializar con una persona, cuando en realidad queremos aludir al dichoso acto de conversar, charlar   o botar corriente, para utilizar una expresión rica y cara al habla coloquial.

Hasta aquí las cosas parecen meramente anecdóticas.  Pero  si uno se detiene a pensar, sin darnos  cuenta las palabras empiezan a transitar por el peligroso terreno de los eufemismos, ese recurso consistente en manipular el lenguaje para ocultar la realidad. Eso lo saben los demagogos, los publicistas, los jefes de propaganda oficial y los gurús.

La historia del niño en el cuento de Hans Christian Andersen El nuevo traje del emperador, el único que se atreve a decirle al rey que está desnudo, es bastante ilustrativa al respecto y debería marcar la pauta para quienes trabajamos con las palabras .

Pero no. De un momento a otro confundimos la sobriedad  y la elegancia con hipocresía, asepsia y corrección política.



¿Recuerdan la expresión “ daños colaterales”?. Hagamos memoria: la frase  surgió en el mundo de la guerra y fue acuñada para aludir a  las secuelas letales de invasiones  y combates en la población civil y en sus lugares de residencia. Da igual si se trataba de una aldea vietnamita perdida entre  arrozales o de  los habitantes de Hiroshima y  Nagasaki devastados por el infierno nuclear.

Lo grave es que periodistas, medios de comunicación,  políticos y ciudadanos cayeron en la trampa y empezaron a recitar la frase, despojando  así al horror de sus hondas implicaciones éticas.

De igual modo los nazis redujeron el exterminio sistemático de judíos a  algo tan impersonal y abstracto como La cuestión judía. A su vez, el estalinismo forjó el concepto de Realismo socialista para confinar el arte al terreno de la propaganda oficial, mientras el maoísmo chino acuñó la sugestiva  etiqueta de Revolución Cultural para esconder lo que en realidad fue una especie de lobotomía colectiva dirigida a despojar a la gente de su autonomía y sentido crítico para ponerla al servicio de una ideología.

Llegados a Colombia , el caso más ilustrativo es el de los asesinatos cometidos por integrantes del ejército a instancias del ejecutivo, bautizados con manifiesta intencionalidad de ocultamiento bajo el nombre de falsos positivos. Esta última frase es  tendenciosa, ambigua y distrae a quien la pronuncia y la escucha del drama humano implícito y de las repercusiones legales  de esos crímenes.

En esa misma dirección, siguiendo la línea de su antecesor y guía, el presidente Duque y sus asesores de propaganda decidieron borrar las masacres que  desangran cada día el mapa de Colombia, reduciéndolas a  la condición de asesinatos colectivos, lo que marca una sutil y esencial  diferencia, que confunde al consumidor pasivo de información.

Sumo y sigo. Cada día los biempensantes  forjadores de la corrección política nos asaltan con una nueva frase o vocablo enfocados a hacernos creer que las pesadillas políticas y económicas desaparecen con solo cambiarles de nombre. Expresiones como afro, trabajadora sexual, adulto mayor y habitante de calle, para mencionar solo cuatro de las más utilizadas, sugieren un cambio en las condiciones de vida de las personas. Condiciones que en muchos casos no han hecho nada distinto a empeorar.

Y llegamos a la cima del listado: el llamado lenguaje incluyente, de obligado uso en algunos sectores. Aparte de alargar las frases y  afear el estilo, nada aporta eso de hablar de los ingenieros y las ingenieras, de los amigos y las amigas, los abogados y las abogadas, los rinocerontes y las rinocerontas.  Más allá de la paranoia militante, nada agrega esa  absurda enumeración. Después de todo, cuando se dice ingenieros se  incluye a las mujeres, los gays y a toda la amplia gama de la diversidad de quienes ejercen esa  y todas las profesiones.

Por estas fechas , cuando se habla del Día del Idioma, bien vale la pena hacer un alto en el camino para reflexionar sobre los daños colaterales que toda esta ordalía aséptica y farisea  le ocasiona a  nuestro principal instrumento de comunicación.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=WKElu2GiAl8

6 comentarios:

  1. Muy oportuno tu reclamo Gustavo. Si nos quitan la palabra, entonces qué nos queda. Yo noté el absurdo del lenguaje incluyente como inciativa de Piedad secundada por Maduro y la verdad entre estos dos no se hace un poeta y menos un poeto. Ninguno tampoco ejerció que sepamos de periodista, ni tampoco de periodisto. Feliz día del idioma Gustavo.

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    1. Ja, ja, ja. Todo este embeleco sólo puede producir risa, apreciado Javier. De ese tamaño es la cantidad de absurdos y malentendidos (¿y malentendidas? que se generan.
      Muchas gracias por el diálogo.
      Gustavo

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  2. Acabo de leer está entrada y aquella sobre la celebración de Mediterráneo de Serrat, disco al cual le tengo mucho cariño porque es una memoria compartida con mi padre, otro tocayo suyo. Me parece que los daños colaterales al lenguaje que nombra son el negativo de su amor por la poesía en Serrat. De alguna manera las dos visiones, la de Serrat y los tecnócratas, son intenciones de conocer el planeta y sus realidad. El problema es que los tecnócratas quieren representarlo y unificarlo, ahí están los daños colaterales, mientras que Serrat quiere presenciarlo. La presencia como una mejor manera de trabajar con el lenguaje. La presencia en la poesía en vez de la representación en la poesía. La presencia no simplifica, al contrario, nos demuestra que simplificar es peligroso, puede dejar de lado las inquietudes y certificar un tipo de certidumbre, la del progreso y la modernidad. Maestro, sobre el lenguaje inclusivo, ahí sí creo que podría ponerme en disputa. Yo no escribiría los rinocerontes y las rinocerontas, porque eso es corrección política, una herramienta de enredador entre la especie de los quedabien, políticos y emprendedores (otra palabra muy rara), pero en algunos espacios me gusta pensarlo como otra manera de usar el lenguaje en medio de condiciones económicas, políticas, de género que marcan una normatividad histórica de polos, como se ha hecho en otros momentos. No es nada nuevo, así que lo veo en una forma reaccionaria. Lo preocupante es la doctrina que podría tener, lo radical. Claro, no porque alguien diga "todxs" de manera inmediata dejará de criticar o excluir a las personas, o no porque alguien diga "marica" se convierte en ese instante en un agente del odio. Hay algo que son las condiciones donde surgen esas palabras, y por eso la presencia es más poética que la representación.
    Acabo de darme cuenta que dije entrada para referirme a una publicación en un blog, porque así se decía en los buenos tiempos de los blogs y a veces soy un nostálgico del presentismo, ese estado irónico de este presente donde cualquier situación es acontecimiento y se marca como hecho histórico y se olvida. A propósito, blog en español se tradujo a bitácora a principios de este siglo por un mexicano, Carlos Tirado. Ese man veía Viaje a las estrellas y decidió hacer la traducción por lo de "Bitácora del capitán Kirk". Perdóneme la desazón de la palabra entrada profe.

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    1. Nada que perdonar, apreciado Eskimal. Todo lo contrario: siempre apreciaré el diálogo inteligente, argumentado y respetuoso . Y aquí si, perdón por la redundancia: la inteligencia siempre será argumentada y respetuosa. Cuanto más afilada, mucho mejor.
      Sobre el llamado " lenguaje incluyente" siempre habrá un amplio margen para el debate. En mi opinión, incluyente es el que hemos utilizado toda la vida , porque integra en una palabra todas las variantes y diversidades. En cambio, ese de estar repitiendo todo el tiempo todos y todas, amigos y amigas , además de resultar cacofónico, en lugar de incluir separa, fragmenta.
      Muchas gracias por los aportes y por esas bellas reflexiones sobre la poesía vista desde la mirada y el sonido de Serrat.

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  3. Muy bien dicho/escrito. De Los temas que tocas, el que más pena me da es el del lenguaje inclusivo en el que están empantanadas tantas personas inteligentes.

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