jueves, 1 de mayo de 2025

Un tal Arango

 


                                                          



El último lustro del siglo XX asistí varias veces al Festival Internacional de Cine de Cartagena y me hospedé siempre en casa de mi compadre Gustavo Arango, ubicada cerca de la plaza de toros y del estadio de fútbol Jaime Morón. Creo que durante esos días éramos todo lo dichosos que puede ser un mortal:   dormíamos poco, conversábamos y comíamos mucho, bebíamos ron como sedientos, reíamos bastante y consumíamos películas con el frenesí de auténticos adictos. En una de esas visitas me convertí en padrino de bautismo de su hijo Mateo, en una ceremonia oficiada por un cura borracho.

Las jornadas empezaban bien temprano, a eso de las nueve de la mañana, en horario inusualmente puntual para tratarse de la Costa Atlántica colombiana.  Hasta el medio día se desarrollaban las charlas y talleres. En esa época abundaban los críticos de cine, en especial los cubanos formados en la escuela de San Antonio de los Baños, que durante mucho tiempo tuvo a García Márquez como uno de sus benefactores.

A eso de las once de la mañana, con el sol del Caribe cocinándonos a fuego lento, empezaban las proyecciones de cine en distintas salas. Algunas duraban hasta la una de la madrugada del día siguiente. A ese ritmo, si uno no tomaba atenta nota, corría el riesgo de confundir los títulos de las películas, los protagonistas y los argumentos. De modo que, para mantenerse despiertos, había que suministrarle al cuerpo dosis de cafeína altamente peligrosas.  Desde el primer año me comprometí con Gustavo Arango a escribir reseñas para las páginas culturales del diario El Universal donde el hombre trabajaba. Así que era cuestión de dormir unas cuatro horas y levantarse a teclear en uno de esos computadores grandes y pesados como mastodontes insomnes que empezaban a aparecer en las salas de redacción de los periódicos.




Entre ese montón de películas hubo unas inolvidables. En busca de Ricardo III, dirigida y protagonizada por un Al Pacino más desquiciado que nunca fue una de ellas. A la lista se suma Doble o nada, una fábula que vino a darle nuevas puntadas al mito de Carlos Gardel. Pero en especial hay una anécdota alrededor de la producción canadiense El sexo de las estrellas, dirigida por Paule Baillargeon. La proyectaron a las once de la noche en el teatro La Matuna. Al ingresar a la sala, percibí una singularidad: salvo una señora entrada en años y en carnes, el resto de los asistentes- unos cincuenta- éramos hombres. Todos entraban solos, con un periódico o una revista enrollados en la mano y miraban con aire furtivo en todas direcciones antes de ubicarse en un lugar apartado, tal como hacen los asistentes a una proyección de porno.  Los únicos que estábamos sentados juntos éramos Arango y yo; supongo que esa circunstancia nos convertía en una pareja gay a los ojos de algunos asistentes.

Y entonces vino la reacción: quince minutos después de iniciada la proyección algunos asistentes empezaron a retirarse, murmurando uno que otro insulto mientras buscaban la salida. El equívoco estaba claro: habían comprado su boleto confundidos por el título de la obra de Baillargeon. Quizás esperaban una antología de sexo intensivo entre   celebridades de la farándula o al menos el recuento de situaciones escabrosas, algo así.

En realidad, El sexo de las estrellas- Le sexe des étoiles, en francés-  cuenta la historia de Camille, una niña de trece años que se reencuentra con su padre, convertido ahora en mujer, es decir, en un enigma tan insondable como el de su madre, cuyas compañías masculinas no soporta. Mientras se formula preguntas sobre la naturaleza del mundo en que le ha sido dado vivir, Camille contempla el firmamento a través de un telescopio con la sospecha de que, como los humanos, las estrellas no solo pertenecen a un determinado género sino que pueden cambiarlo a medida que cumplen sus circunvoluciones. Cuando le conté la historia al escritor Jorge García Usta, entonces Jefe de Prensa del Festival dio rienda suelta a su humor costeño: ¡Pero compa, usted sí que conoce bien la sicología de los pornópatas! exclamó en medio de una estruendosa carcajada.




Con esas imágenes en la cabeza fuimos una noche a visitar al poeta Gustavo Ibarra Merlano, quien nos recibió con impagable hospitalidad en su apartamento frente al Mar Caribe.  En una animada sesión de Whisky nos compartió su limpia y sosegada poesía y nos habló de su amistad ya casi extinguida con Gabriel García Márquez, asunto del que se ocupa Gustavo Arango en su libro Un ramo de Nomeolvides, García Márquez en El Universal, obra que le abriría las puertas del mundo académico en Estados Unidos.  Al salir de su casa el poeta Ibarra Merlano, fervoroso católico, me regaló un ejemplar de su traducción de Akáthistos, el himno litúrgico de la iglesia bizantina del siglo V, considerado el primero compuesto en honor de la Virgen María. De ese tamaño era su generosidad.

Fue mi hermano Juan Carlos Pérez quien me presentó a Gustavo Arango en una de mis visitas a Medellín. Eran los días duros de la guerra y el padre de mi tocayo había sido acribillado a tiros años atrás. No precisamos de mucho tiempo para tejer una complicidad a tres bandas, alimentada por lecturas comunes, películas y fútbol, incluida una peregrinación  a Armenia para ver un partido Quindío- Nacional donde, envueltos en trapos verdes, nos comportamos como debe hacerlo un hincha digno de ese nombre: como fanáticos de una secta ortodoxa que no admite herejías.

Un diciembre nos dio por hacer la novela del Niño Dios, precedida de un ritual acaso sacrílego. Nos fumábamos un bareto- porro-cacho- pucho de marihuana y emprendíamos el ritual. Nunca pasamos de la primera página.  Por si no lo recuerdan, aquí va el primer párrafo del día primero:

En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su Padre en lo más alto de los cielos: allí era la causa, a la par que el modelo de toda creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén. Allí es donde debemos datar la genealogía del Eterno que no tiene antepasados, y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba.

Ustedes ya se imaginarán la reacción de los tres lectores: ¿A quién se le ocurre  pensar que, salvo los  gozos y los villancicos, la novena del Niño Dios es un texto para niños? Eso de la genealogía del eterno que no tiene antepasados o las profundidades de incalculable eternidad exige la ayuda de teólogos. Por ese camino terminamos leyendo a san Anselmo, san Ambrosio y otros padres de la iglesia. Aunque lo de leer es puro cuento: tampoco logramos pasar de la segunda página, porque nos perdíamos en ese bosque de profundas especulaciones que hablan del uno, del todo y del infinito con un tono que se acerca bastante a las abstracciones matemáticas.

Busco en el cuarto de San Alejo de mis recuerdos y me veo sosteniéndome la cabeza con ambas manos, pidiendo clemencia a las potestades de lo alto, mientras mis dos contertulios se tenían el estómago, impotentes ante el acceso de la risa nerviosa que produce lo incomprensible. En definitiva, la novena de aguinaldos no es un juego de niños y, bien visto, tampoco de adultos.




Las memorias de esos días están consignadas en unos cuadernos que para muchos resultarán tan abstrusos como los tratados de teología. El club de los mataturras, bautizamos a esas sesiones memorables para los tres conversadores involucrados en la aventura. Tan memorables como la noche que, ante la inminencia del toque de queda, Juan Carlos y yo corrimos por las calles de una Medellín desierta y poseída por el miedo desde la casa de Gustavo Arango hasta el barrio Laureles donde vivía la abuela de Juan, perseguidos por un enemigo tan invisible como palpable. Al llegar a buen puerto y sentirme a salvo, descubrí que llevaba en la mano un ejemplar de Un tal Cortázar, el libro publicado a partir de la tesis laureada de Gustavo sobre uno de sus autores queridos. Quién sabe, la literatura y la amistad tienen sus misterios y a lo mejor fue ese libro el que nos salvó el pellejo esa noche.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=vF_pgXZ2nw0

 

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