jueves, 10 de enero de 2013

La infinita locura




Le debo a don Raúl Faín Binda, de BBC Mundo,  el recuerdo del siguiente diálogo entre Alicia y el gato de Cheshire , en una de las páginas de Alicia en el país de las Maravillas:
- “ Todos somos locos aquí. Yo estoy loco. Tu estás loca”
-“¿Cómo sabes que estoy loca?” dijo Alicia.
-“ Debes serlo, o no habrías venido aquí”.
Ese aquí puede ser Enfield , la ciudad de Massachusetts donde  transcurren  las desventuras  sin cuento de los personajes de La broma Infinita, la novela del escritor  estadounidense  David Foster Wallace, muerto por suicidio a los  cuarenta y seis años,  en 2008. No hay una sola página en la que no habite al menos  un  personaje desquiciado por el peso del entorno, de la historia personal o de los espectros desatados una milésima de segundo después del Apocalipsis.
Jim , el padre de los Incandenza, pone fin a sus días introduciendo la cabeza en un horno de microondas. La elección del método no es resultado del azar: el artefacto opera a modo de alegoría de una comunidad que, por indolencia o falta de tiempo, no puede permitirse el lujo de  alimentarse con productos frescos. Por eso todos andan con la cabeza más o menos recalentada.
Estamos en la Norteamérica de la interdependencia. México y  Canadá  han sido absorbidos  por su vecino. Los días son los del Tiempo Subsidiado y los años no se cuentan en cifras sino que llevan nombres como Año de La Muestra del Snack de Chocolate Dove, Año de la Ropa Interior Para Adultos Depend o Año de Los Productos Lácteos de la América Profunda. Es decir, hablamos de un territorio gobernado por las corporaciones y por la pulsión del consumo como única motivación real: el mundo profetizado por los filósofos y los artistas de mediados del siglo XX. En ese universo las viejas experiencias religiosas fueron suplantadas por una entelequia denominada entretenimiento, que lo gobierna todo. A  la búsqueda de una  forma  perfecta de ese entretenimiento dedica parte de su dislocada vida el padre de Hal, Mario y Orin Incandenza.  En su intento fallido deja para la posteridad una colección de películas inclasificables para los críticos
Pero Jim Incandenza es también el fundador de una academia de tenis basada en los principios espartanos del sacrificio  y la  renuncia a los placeres: una especie de parábola sobre la religión del éxito  a toda costa como principio y fin de todas las cosas. Como en los viejos ritos, esa cosmovisión exige a las criaturas la renuncia de sí mismas  a modo de cuota por el reino prometido. Sin embargo, más temprano o  más tarde los oficiantes  deben enfrentarse a la antigua e ineludible pregunta: ¿ Cuál es el sentido de todo esto? A menudo, la respuesta consiste en meter la cabeza en un horno de microondas o apelar al infinito catálogo de narcóticos disponibles en el mercado, porque a esta altura del juego late la  sospecha de que el combustible más solicitado por  los norteamericanos del posmilenio  no es el petróleo si no la droga, desde el casero Valium hasta los compuestos más mortíferos. Al fin y al cabo  la alucinación química es la única manera de ajustarse a los nuevos ritmos y de soportar los desafíos que se impusieron a sí mismos
A ratos, Enfield parece la escenografía trucada de un capítulo de Los Simpson. O el  sórdido arrabal donde transcurren las desoladas canciones de Tom Waits. Allí palpitan el desasosiego  del sexo, las violencias veladas al interior de la familias, las mezquindades profesionales y la paranoia política latente en todas las variantes del fascismo . Como paliativo se ofrece  el discurso huero de las sectas nueva era  o la  alienación refinada de las organizaciones  promocionadas  como salvación frente a las drogas o el alcohol.
Al final de las casi mil doscientas páginas de la novela asistimos al delirio agónico de  Gately, el delincuente drogadicto que en el sopor de la fiebre rescata fragmentos de  su propio pasado como restos de un naufragio    que es el de todos : el suyo y  el de los ciudadanos del siglo XXI navegando  a la deriva a bordo de  esta nave  de los locos que la pluma impagable de David Foster Wallace nos legó a modo de espejo.

PDT: para muestra, les comparto enlace a una canción de Tom Waits : Romeo is bleeding 
http://www.youtube.com/watch?v=iKI_ex5-OCA

6 comentarios:

  1. He leído un puñado de artículos sobre DFW, uno de ellos lo señalaba como el más prometedor de los escritores norteamericanos contemporáneos, lástima que haya sido presa de su angustia con la que venía lidiando hace años, a pesar de la medicación. Hasta Jonathan Franzen se lamentaba amargamente por su colega. Hace poco un escritor reconocido de mi país, joven aún y persona tranquila, contó en su blog que un día tuvo un enorme impulso para cometer suicidio (como si fuera instintivo) que su mujer preocupada tuvo que esconder los cuchillos de la cocina por temor, esperando que los medicamentos le hicieran efecto. Puede parecer morbo, pero que personas jóvenes, saludables y con relativo éxito (escritores, deportistas de élite) opten por la autodestrucción, suena incomprensible y hasta patológico. Desafortunadamente no he podido leer todavía ninguna obra suya, por razones prácticas. “La broma infinita” suena a una maratón interminable. Hablando de Waits (son impagables las canciones de este hombre), les comparto un excelente artículo homenaje de Rodrigo Fresán.

    http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-234-2002-06-16.html

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  2. Apreciado José: con más frecuencia de lo que uno cree, es el éxito lo que le revela a mucha gente el sin sentido de la propia vida. Al fin y al cabo el fracaso es asunto de todos los días y en esa medida acaba por convertirnos en auténticos magos de la supervivencia.
    Uno de los lúcidos personajes de la novela reflexiona sobre el éxito y la fama en los siguientes términos: "Una vez sale tu primera foto las tapas de las revistas- eso que anhelaste durante tanto tiempo- te asalta una nueva clase de horror: el que nace de imaginar el día en que nadie se vuelve a ocupar de ti". Para eludir esa realidad, el tipo consume una cantidad demencial de benzedrinas. Dentro de esa lógica, quizá no es mera casualidad que los índices de suicidio sean más altos en las sociedades prósperas que en las menos desarrolladas.
    Muchas gracias por el enlace al texto de Fresán.

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  3. El gato citado es un testigo de la locura, claro. Testigo y protagonista, como tantos otros. Coincidimos en un blog tuyo de unos días atrás que la locura puede ser liberadora, o por lo menos su proyección en el arte. Los artistas, los creadores, tienen mucho de locos. En qué medida, pues eso depende de la época, de cómo esa locura engrana con los mecanismos de la sociedad. El aspecto económico juega su parte, como tú nos has dicho muchas veces. En este sentido, te alegrará saber que las obras de Damien Hirst, el del tiburón y de la oveja en formol y otras fealdades que hasta hace poco eran muy artísticas y lo convirtieron en el plástico más rico de la historia, están perdiendo su cotización a paso acelerado. Me dicen que las pinturas y esculturas que vendió entre 2005 y 2008 han perdido la tercera parte de su valor de entonces, y que desde 2009 alrededor de 30% de sus obras no encuentran comprador en subastas al precio base. No he leído a Wallace, pero por lo que cuentas me dan ganas. Pobre, se suicidó justo cuando su estrella artística se elevaba… mientras la de Hirst bajaba. La muerte es un tema central en la obra de Hirst, que goza de excelente salud, según creo.

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  4. Mi querido don Lalo : quizás el sentido de propuestas como la de Hirts consista en poner en evidencia el carácter desechable de la civilización que hemos edificado, empezando por su propia obra claro. Es en esa dirección adonde apunta Wallace con la idea del entretenimiento como algo capaz de enloquecernos, al suplantar a la creación artística como forma de redención. No me sorprende entonces que las fealdades de Hirst no solo bajen en la bolsa, sino que acaben por desaparecer cuando la excitación- ya que no el interés- del público se apaguen.

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  5. Saludos Maestro Gustavo...
    interesante lectura... increíble que ahora vivamos en el "post-futuro" imaginado por filósofos, intelectuales y mentes subversivas del pasado, en un mundo creado, catalogado y empaquetado para que pueda ser "personalizado" pero que al final es igual al de todos y todas... hoy vivimos en una alucinación colectiva, creyendo que la cultura de masas y hacer parte del "clan" es la única verdad: hombres pensantes venden su alma para obtener aplausos virtuales que endulzan sus vidas cotidianas llenas de vació cibernetico. Willian Gibson, Arthur C Clarcke, Phillip K. Dick, entre otros... fueron profetas de el advenimiento de la cultura Cyberpunk... donde las marcas, las corporaciones y las telecomunicaciones controlan nuestra existencia y le dan un norte deformado a nuestra realidad... que ahora es virtual: UNA ALUCINACIÓN COLECTIVA.

    Un abrazo desde algún nodo de la Matrix... donde habitan los Cybors y los idorus tratan de liberase.
    http://www.thx1138movie.com/

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  6. Eso es lo que nunca podemos perder, amigo Trejos: la resistencia a la alienación. Al modo de los personajes de los cuentos infantiles, tenemos que dejar migajas a lo largo del camino para no perder la ruta de regreso a casa. Esas migajas pueden ser sonidos, palabras, dibujos, movimientos corporales, en fin, cualquier cosa capaz de devolvernos a la esencia de lo que fuimos, somos y podemos llegar a ser.

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