jueves, 13 de octubre de 2016

Me sacó de Feijbuk




 Como ustedes saben, mi vecino, el poeta Aranguren, posee una condición fantasmagórica: desaparece y reaparece al ritmo de  sus visitas a su  Santa Marta  natal.
Hace una semana  tocó a mi  puerta, pálido y sudoroso como un Lázaro de los trópicos. Creí que era por los resultados del plebiscito, pero recordé que al hombre  parecen tenerle  sin cuidado esas turbulencias tan terrenales.
Para no perder la costumbre traía bajo el brazo una botella de ron Tres Esquinas a medio despachar.
¡Me  sacó de Feijbuk, me sacó de Feijbuk! Espetó a modo de saludo. Entonces,  caí en la cuenta de que su último viaje al Caribe obedeció  al llamado de la piel de cobre de una mujer Wayuu.
“Quiero verte”, decía el mensaje, antiguo como el sol, enviado a través de la red social.
Y el hombre no lo dudó un instante: tomó su morral y se subió a un bus de Rápido Ochoa.
Resulta que cuando desembarcó en su lugar de destino, por alguna de esas razones misteriosas que anidan en el corazón de las damas, la mujer lo había eliminado de Facebook, lo que en estos tiempos equivale para muchos a ser desterrado al fin del mundo.


Y  ahora estaba   sentado en mi casa, con toda la carga de su despecho envenenándole la sangre.
Fue así como advertí que si en el mundo de hoy los canales del enamoramiento son casi siempre virtuales, sus efectos devastadores siguen siendo reales, con todo  y su  correr de lágrimas y excesos  etílicos.
Solo que internet le ha  añadido al  asunto un elemento metafísico: la gente se desvanece al  impulso de un ¡click! sin  los golpes de efecto, los gritos, los reclamos, las lágrimas y los desmayos que tan bien supieron explotar algunos autores decimonónicos y que todavía exprimen los libretistas de  culebrones mexicanos.
Por eso Aranguren regresó tan borroso esta vez. Y nada como una canción de Gardel para devolverle al mundo su consistencia material. Así que lo invité a escuchar  Cuesta abajo, esa suerte de oda al desastre entonada con dejo rioplatense.


Bastaron  tres minutos para que todo entrara en  ebullición y los rescoldos viles se desvanecieran en el aire. Al punto, el tipo recobró los colores del rostro y, de paso, la lucidez.
Admitió que las redes sociales y sus fieles devotos han forjado una exasperada sensación de consistencia existencial: todo depende de la cantidad de seguidores. Si el número de estos aumenta, uno existe más. Si disminuye, el ser se reduce a su mínima expresión.
De modo que, como una avanzada de divinidades digitales, Facebook, Google, Twitter, Instagram y todas las demás, han venido a cumplir- miren por dónde- el viejo anhelo de Kafka : “ Hacerse cada vez más delgado, cada vez más pequeño, cada vez más liviano, hasta desaparecer”.
Así que si a usted, apreciado contertulio, una mujer veleidosa o un amigo envanecido lo borran de Facebook, no desespere: el mundo real sigue ahí, dando vueltas insensatas alrededor del sol. Bastan un  trago doble de algún brebaje redentor, una canción o una buena conversación  para devolverle a la vida todo su peso específico, su potencial de seducción.
O si no, pregúntele   a Aranguren. Vive aquí  nada más, a la vuelta de mi casa.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
 https://www.youtube.com/watch?v=IQFcpuYi8L4

TRIBUTO AL NOBEL

Convencido de que el rock es en realidad un género literario, celebro este premio a la literatura con banda sonora.



Y como tributo al bien merecido Premio Nobel de Literatura, rescato de mis archivos un artículo publicado hace cinco años en este Blog.

BIENVENIDO BOB



 Lector incurable, aprendió muy temprano de los sabios antiguos que lo más sensato es vivir sin apegarse a nada ni a nadie, como una piedra que rueda. Sus padres, de origen judío, lo bautizaron Robert Zimmerman pero en uno de sus primeros actos de rebeldía  decidió apellidarse Dylan, tomando prestado el nombre de un oscuro y turbulento escritor irlandés. El poeta andaluz Joaquín Sabina, explorador de otros abismos, le rindió tributo  en una canción cuyo título  resume toda posible forma de  derrota: “Tan joven y tan viejo”. En 1961, cuando contaba veinte años y el mundo trataba de curarse las heridas de  la posguerra, empezó a recorrer los escenarios en una peregrinación que lo tiene hoy, cinco décadas después, más vivo que nunca  y dispuesto a echarse otra vez al camino para ponerle banda sonora y lírica a las esperanzas y desasosiegos de varias generaciones de mortales.
A pesar de que las izquierdas de los años sesentas del siglo pasado intentaron apropiarse su discurso, en realidad es un conservador anarquista que se educó  escuchando las canciones de Woody Guthrie y por eso ama el mundo rural, como contracara idealizada de los desbarajustes del  planeta industrializado.


 Venid padres y madres de todo el mundo/ y no critiqueís lo que no entendeís/ vuestros hijos e hijas ya no están bajo vuestro control / vuestro sistema se está haciendo viejo/porque los tiempos están cambiando, cantó alguna vez frente a una multitud  que convirtió esos versos en una declaración  de principios generacional, tal como sucedió con el Let it be, de  The Beatles o My Generation, de The Who. Para variar, fue excomulgado en su momento por legionarios más conservadores que él cuando decidió incorporarle elementos eléctricos a las  armónicas  y a las cuerdas melancólicas de las canciones folk. “Traidor”, dijeron y procedieron a quemar sus discos en la siempre renovada pira de  los fundamentalismos.
Cuando ya era un  fetiche   para los hijos de la bomba atómica, un accidente en moto estuvo a punto de dejarnos sin sus poemas, tan  intensos y lúcidos que siempre logran sobreponerse a la mala voz, asmática, nasal y entrecortada como la de ese otro poeta llamado Joan Manuel Serrat.
Durante años se ha sumido en  largos silencios de los que regresa siempre para recompensar la espera con una    renovada dosis de lucidez no exenta de ternura. “¿Cuántas veces puede volver la cabeza un hombre / y pretender que no ha visto nada?/ la respuesta, amigo, te la dictará el viento/ la respuesta está en el viento” proclamó en uno de  esos  retornos y entonces uno coincide  con el periodista cultural y melómano irredento Alejandro Patiño Sánchez cuando sentencia que la historia de la música se divide en antes de Dylan y después de Dylan.


Hace algunos años fue postulado al premio Nobel de literatura, lo que, una vez más, provocó la santa  ira de los ortodoxos. Varios directores de cine han  realizado películas argumentales y documentales sobre su vida, obra y milagros, que  no son pocos. Aunque  no participó  en el ya legendario  Festival de Woodstock, todavía se recuerda que éste se realizó en una finca cercana a su residencia.  En este 2011 cumple setenta años de vida y cincuenta de actividad literaria y musical. Durante ese tiempo muchas utopías nacieron y fueron enterradas por sus propios forjadores. Varias revoluciones se convirtieron en cenizas o en  parodias de si mismas. Unos cuantos de los que iban a cambiar el mundo al ritmo de sus canciones ahora ocupan las poltronas del poder. Pero Robert Zimmerman, llamado Bob Dylan, sigue allí contra todos los augurios. Por eso, así como deben agradecerse los besos , los abrazos y las palabras de consuelo que le dan a uno en el camino,  desde este lugar de la tierra, cuando muchos de sus contemporáneos malviven en la jubilación o blasfeman  entre las paredes de un geriátrico, quiero plantar mi dosis de gratitud por esos versos que me ayudan a  vivir, enviando esta postal que no podía empezar sino así : bienvenido Bob.

13 comentarios:

  1. How does it feel, ah how does it feel?
    To be on your own, with no direction home
    Like a complete unknown, like a rolling stone...

    Como nos enseña el flamante premio Nobel de literatura, los desengaños iluminan el camino. Aranguren es un sabio y verá la luz.
    Ah... ella antes solía vestirse tan bien....
    Once upon a time (she) dressed so fine...
    Y mírenla ahora... como decía Discepolo:
    Sola, fane y descangayada, la vi esta madrugada salir de un cabaré.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Ja, ja. Bienvenida sea la dosis de fino humor, entre británico y mendocino, aparte de esa oportuna cita de Dylan, mi querido don Lalo. Yo le añadiría eso de " Te acordás hermano/ la rubia Mireya/ se formaban ruedas/ pa verla bailar".

      Borrar
  2. jajaja.. que personaje el señor Aranguren, hasta esto hemos llegado con la virtualización de los medios y el auge de las redes sociales, se ha llegado al punto que personas se suicidan a raíz de esto. Hace días vi en un canal de youtube una jóven australiana que desde muy pequeña su vida giro en torno a estas redes sociales, todo su mundo era virtual y en un instante su mundo virtual se destruyo, lo cual le trajo graves consecuencias y a raíz de esto ella decidio hacer una organización llamada CAMBIEMOS EL JUEGO. es una bonita historia para muchas personas las cuales viven una vida virtual. Adjunto el link por si lo quieren ver. https://www.youtube.com/watch?v=jTxqI804R3g

    Feliz Día para todos. un abrazo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. El problema, amigo de Radiomierda, reside en que cuando uno se desbarranca del universo virtual cae de culos en el mundo real.

      Borrar
  3. Lo bueno hubiera sido que Aranguren hubiera caído de culos en el real fundillo de la wayuu. Lo que pasa es que la mayoría de las veces las historias son tristes, muy al contrario de lo que exhiben las redes sociales donde todas las fotos son felices, sonrientes, bellas, retocadas, y el individuo navega en un océano de plenitud alegre sin contradicciones. Para mi esas redes funcionan más como una proyección de los sujetos revelando cómo desean verse a si mismos, y a la vez una ficción para que los vean los otros. Puro artificio. Luego nos comparamos con esas tribus bárbaras donde todos exhiben sus mejores collares y se pavonean en las danzas ceremoniales... y pues resulta que no somos muy diferentes.

    Saludos, Cami.

    ResponderBorrar
  4. Exacto, Camilo : las redes vienen a ser una suerte de espejo astillado en millones de fragmentos. Cada uno corresponde a un ego enfrentado a su propia imagen. Al final, reunidos, nos ofrecen una sobrecogedora visión del vacío.

    ResponderBorrar
  5. No sé si es más rulfiano el artículo o el personaje en sí (salvando las distancias y en versión urbana, aclaro). Como yo vivo muy lejos y no me consta que su amigo Aranguren es de carne y hueso, sospecho que es una invención suya (desde mucho antes, según le he ido leyendo), una suerte de alter ego. ¿No será que usted nos está tomando el pelo, desdoblándose a la manera de Pessoa?

    Sobre el gran Bob, usted ha dado en el clavo, como un raro clarividente, ya que con sus continuas referencias acerca de que el rock es un género literario, los desconfiados miembros de la academia sueca parecen darle la razón. Con los aspavientos y tirones de cabellos de los puristas que andan despotricando en internet: ¿el Nobel para un músico?, ¡cómo es posible!, si querían premiar a un norteamericano, ya tenían en la lista de espera a Philip Roth, Pynchon, De Lillo, etc, afirman algunos desconsolados.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me consta que el tipo traga ron Tresesquinas por canecadas y que alguna vez sodomizó un pequeño armadillo, su mascota, que se le murió de viejo sin que pudieran echarlo a la olla. Lo que usted dice son infundias y embustes.

      Cami.

      Borrar
    2. Js, ja, ja. Dios le pague por la solidaridad con Aranguren, apreciado Camilo.

      Borrar
  6. Apreciado José: no desconfíe, que en una de esas Aranguren le da una sorpresa y se da un paseo por Bolivia, llevándole de regalo un dulce de tamarindo.
    Y sobre el viejo y querido Bob, que se tiren de los pelos los puristas : lo suyo es poesía con banda sonora.

    ResponderBorrar
  7. Profe, quizá el efecto de internet sobre el amor es dilatar la utopía, la idealización. Eliminar cualquier realidad de sudor, hipos y eructos, esas valiosas y bellas singularidades que muchos llaman defectos.
    Sobre Dylan, lo importante es cómo se juega y crea con el lenguaje, no los formatos en los cuales se plantea. Saludos y abrazos.

    ResponderBorrar
  8. Apreciado Eskimal: me dejó de una pieza con eso de "dilatar la utopía". Creo que va en la misma dirección de Joaquín Sabina en su poema titulado Noches de boda, un tributo a Chavela Vargas: "Que no te duerman con cuentos de hadas/ que no te vendan amor sin espinas".
    Y sobre el viejo Bob, mientras los puristas terminan de rasgarse las vestiduras, sigo brindando a su salud con un buen vaso de la bebida sagrada de los roqueros : el Jack Daniels.

    ResponderBorrar
  9. Profe, quizá el efecto de internet sobre el amor es dilatar la utopía, la idealización. Eliminar cualquier realidad de sudor, hipos y eructos, esas valiosas y bellas singularidades que muchos llaman defectos.
    Sobre Dylan, lo importante es cómo se juega y crea con el lenguaje, no los formatos en los cuales se plantea. Saludos y abrazos.

    ResponderBorrar

Ingrese aqui su comentario, de forma respetuosa y argumentada: