lunes, 15 de julio de 2024

Homo virtualis

 




Toda época se cree fundadora del mundo. Antes de ella estaban el vacío, el caos y las tinieblas bíblicas. Aquello de “caminamos sobre hombros de gigantes” funciona apenas para unos cuantos espíritus lúcidos y agradecidos. De ahí el prestigio infundado de las palabras inventor o  genio como si los seres y las cosas surgieran por generación espontánea, sin deuda alguna  con quienes los precedieron.

La llegada de internet dotó de un nuevo sentido al vocablo latino Virtualis, heredado del griego dinaton  a  través de Aristóteles. En su acepción original, dinaton quiere decir lo que tiene un principio de movimiento, de dinamis que permite hacer algo o experimentar algo. La virtualidad es entonces una potencia.

Cada nueva tecnología entroniza un lenguaje, una cosmovisión a medida que transforma nuestra percepción de las cosas. Un caso clásico es el robo del fuego por parte de Prometeo para entregarlo a los hombres. De inmediato ese acto modificó la valoración que los mortales tenían de sí mismos y los hizo capaces de enfrentarse a los dioses que, a modo de castigo crearon a Pandora y la hicieron portadora de todos los males.

Internet no podía ser la excepción. Entre tantas palabras y conceptos que nos ha deparado- entre ellos el viejo y conocido vocablo Avatar para no hablar del lapidario hater- una de las más utilizadas y abusadas es virtualidad o, para ser más precisos, realidad virtual. Hasta hace poco, esa realidad estaba ubicada en el futuro, en un mundo de ciencia ficción, pero con el talante vertiginoso de los cambios ahora está en el presente y muy pronto se situará en el pasado antes de sorprendernos con alguna otra novedad.




Al retornar al pasado la realidad virtual no habrá hecho otra cosa que volver al origen, porque, en últimas, los seres humanos no hemos hecho nada distinto a forjar mundos paralelos que después se traducen en  descubrimientos  científicos, religiosos, políticos, literarios, musicales o artísticos.

¿O qué son si no, las intuiciones de los pitagóricos acerca del número como lenguaje cifrado del universo? La célebre expresión “todo es número” es apenas otra manera de nombrar la virtualidad de la realidad… o la realidad de lo virtual, depende de cómo se mire.

Algo parecido puede decirse de la llamada “Literatura de ficción”, en la que me atrevo a incluir La Divina Comedia, del Dante, con sus universos paralelos de cielos e infiernos

Pensemos nada más en esa formidable expresión de la virtualidad sintetizada en el mito bíblico del  Paraíso Terrenal del Antiguo Testamento. Allí están cifrados-  siempre habrá una cifra, una clave- algunos elementos que siguen obrando en la mente y la conducta de millones de creyentes formados en las grandes religiones del Libro:  el pecado, la mancha, la culpa, el castigo y – lo más importante- la redención. Es tan poderosa esa presencia que hasta los más recalcitrantes ateos a menudo tienen que enfrentarla en silencio: los he escuchado hablar de esas cosas, aunque en principio no  reconozcan ese legado del cristianismo y lo oculten detrás del sibilino lenguaje freudiano

Como podemos ver, la realidad virtual es acaso nuestra más antigua y fiel compañera de viaje. Sólo que vestida con otros ropajes.

Y apenas vamos en el Antiguo Testamento. De ahí en adelante o más atrás según la perspectiva de cada observador, nos la encontramos en todas partes: en las cuevas de Altamira, en los mitos y leyendas de todos los confines de la tierra, en los libros de caballería, en las plegarias, en las canciones de los trovadores, en las imágenes de los místicos, en las ecuaciones de los físicos, en los poemas de todas las lenguas, en los discursos políticos. Llegados a este punto, vale la pena detenerse a pensar en un detalle: en últimas, los políticos en campaña les proponen a sus potenciales electores una virtualidad a la que deben votar si quieren hacerla realidad. Por eso al llegar al poder se ven ante la imposibilidad de convertir en hechos lo prometido y se desencadena entonces una oleada de decepción.




Así las cosas, en lugar de ser una criatura engendrada por la internet, lo que hizo la virtualidad fue migrar hacia ese universo, tal como lo han hecho tantas cosas de la vida: las viejas cartas convertidas en correos electrónicos, las obras de arte o las músicas de todos los tiempos circulando a través de canales como Youtube o de páginas web con millones de seguidores, el chismorreo cotidiano multiplicado en las redes sociales, las vanidades de siempre  asomadas a través de Facebook  o Instagram.

Les propongo entonces su propio viaje a través de la milenaria realidad virtual. Pueden hacerlo de adelante hacia atrás o viceversa; si así lo consideran pueden permitirse digresiones o fabricarse atajos. De esa manera, en algún recodo del camino a lo mejor los asalte la presencia certera de su familiar homo virtualis.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=pFS4zYWxzNA

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