viernes, 5 de septiembre de 2025

El tirano está de vuelta

 




 

               Quien tiene el poder, tiene el derecho

                                Max Stirner

                     El único y su propiedad

 

Hace dos mil trescientos años Aristóteles lo advirtió con toda claridad: cuando la democracia se degrada deviene el caos y en el caos florecen los tiranos.

Desde luego, en la Grecia de Aristóteles el concepto de democracia y ciudadanía era algo muy distinto de lo que conocemos hoy, pero, en esencia, su razonamiento sigue siendo válido ahora que tiranías de todos los tintes ideológicos se enseñorean del mundo: del primero, el segundo, el tercero y del último, es decir, del submundo de los que no alcanzan a ser ciudadanos en el sentido moderno.

Dieciocho siglos después de Aristóteles, Maquiavelo volvió a señalar los peligros de la tiranía, tanto en las páginas de El Príncipe como en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.

Después de padecer dos guerras mundiales la humanidad creyó encontrar en la  democracia y sus instituciones sino el mejor, al menos el más habitable de los mundos. El sistema electoral de mayorías representativas y el equilibrio entre los distintos poderes garantizó durante poco más de medio siglo- el que va del fin de la Segunda Guerra Mundial al despuntar del siglo XXI- unos niveles de estabilidad que llevaron a alimentar grandes esperanzas tanto en los líderes políticos como en el cuerpo de la sociedad. El final de la Guerra Fría afianzo aún más esas expectativas, a las que se sumó internet con su promesa de apertura, debate y participación masiva de ideas  y propuestas.




La ilusión duró bien poco en realidad. La idea de que habíamos llegado al fin de la Historia y de que el capitalismo y sus valores constituían el mejor de los mundos  posibles empezó a mostrar fisuras por donde se coló el caos en sus distintas manifestaciones. Y con el caos llegaron los redentores con sus siempre sugestivas promesas de salvación basadas en viejos tópicos reencauchados: Patria, Seguridad, Orden, así con Mayúsculas.  Cuando las ideas- ya que no realidades de Igualdad, Libertad y Fraternidad- implícitas en el proyecto de la Ilustración y encarnadas en ciertas formas de democracia dieron señales de agotamiento el terreno estaba abonado  para que la gente, sobre todo en las clases medias que hacen de la seguridad el sentido mismo de la vida, empezaran a clamar en busca de hombres fuertes que les ofrecieran caminos firmes en medio de la incertidumbre. No por casualidad al comenzar el nuevo siglo en Colombia un tiranuelo llamado Álvaro Uribe Vélez hizo de esos anhelos su consigna electoral: mano firme, corazón grande. Pero Colombia no dejaba de ser una Banana Republic con ínfulas. Los vientos decisivos soplaban en otros lados: Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña es decir, los que tienen el poder y por lo tanto crean el derecho. A los demás solo les restaba   inclinar la cabeza si no querían ser   desterrados como legionarios del Eje del Mal, esa etiqueta creada para justificar las incursiones de los tiranos. Como la Historia suele repetirse con otros nombres, no es difícil concluir que en la antigua Roma el Eje del  Mal eran los Bárbaros.

Pasados algunos años de finalizada la Segunda Guerra Mundial salieron a la luz muchas cosas. Por ejemplo, mientras los gobiernos hablaban de defensa de la libertad y los soldados norteamericanos y sus aliados morían en las trincheras de Europa, la International, Telephone & Telegraph (ITT) les vendía equipos de comunicaciones a los nazis de Hitler, al tiempo que la Ford hacía lo propio suministrándoles motores para sus tanques. Negocio es negocio, repetían a modo de mantra los tiburones de las finanzas.



Esos negocios despertaron temores que no tardaron en confirmarse: que el Estado, esa figura considerada por Hegel como la manifestación del Espíritu en el mundo, empezaba a mostrar síntomas de anemia: lejos de ser la balanza del sistema de fuerzas que mueven la sociedad comenzaba a ser marioneta de las grandes corporaciones, las auténticas dueñas del planeta. La democracia, que hasta entonces había sido su sustento, se desdibujaba a la vista de todos. De ahí el odio que los tiranos de nuevo cuño dicen profesar hacia el Estado … aunque eso sí, todavía invocan los formalismos de la democracia, como el sistema electoral para hacerse con el poder, poco importa si una vez alcanzado empiecen a arrasar con todo lo demás.

Las evidencias afloraban con nombre propio en todos los rincones del planeta: Trump en sus dos versiones en Estados Unidos; Putin y sus añoranzas zaristas; Xi Jinping y su eficaz injerto de comunismo y capitalismo; Boris Johnson y sus paranoias insulares en Gran Bretaña. Eso para no hablar de Netanyahu y su voluntad de borrar a los palestinos del mapa porque es lo único capaz de sostenerlo en el poder. Por su lado, el submundo engendraba sus propias caricaturas: Bukele, Maduro y Milei son algunas de las más representativas a este lado del planeta.

Todo proyecto político, por endeble que sea, precisa de una teoría. De una mente que le brinde bases para convencer y aglutinar a los potenciales electores y patrocinadores. El leninismo tuvo a Marx y Engels; el capitalismo contó con su J. M. Keynes; el ultraliberalismo invocó a Friedrich von Hayek y Milton Friedman, que a su vez tuvieron a Karl Popper.




Por frívolos que parezcan, los tiranos y tiranuelos del siglo XXI tienen sus propios gurús. Francis Fukuyama no es el único. Uno de sus herederos es Curtis Yarvin (1973), un norteamericano hijo del capitalismo digital- el que está en todas partes y en ninguna como una divinidad laica- que pide sin rodeos una dictadura corporativa capaz de sustituir a la que considera moribunda democracia.  Si hacemos memoria, la dictadura corporativa era el sueño dorado de nazis y fascistas. Sólo que le añadieron el ambiguo vocablo socialista para hacerla atractiva a las masas.  Uno piensa entonces en los seguidores de Trump invadiendo el Capitolio, en Milei burlándose de los valores democráticos y del Estado que el mismo preside, en Putin haciéndose elegir una y otra vez, en Bolsonaro y sus delirios golpistas, en Netanyahu exterminando a los palestinos y tiene los ingredientes para el caos perfecto, el que justifica ante los consumidores de discursos políticos la vuelta de los viejos tiranos ataviados ahora con los ropajes de la era digital.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=E0ozmU9cJDg&list=RDE0ozmU9cJDg&start_radio=1