jueves, 15 de marzo de 2012

Mentiras a medias


 Las arbitrariedades cometidas contra la prensa por el presidente Correa de Ecuador, así como las acciones de su par Hugo Chávez en  Venezuela suscitaron enérgicas y justificadas protestas por parte de  editorialistas y columnistas de los medios de  comunicación en Colombia. Era lo menos que se debía hacer, pero ¿Qué hay  de la propia casa?  Porque  si bien en nuestro país  ni el ejecutivo ni el legislativo  han alcanzado,  al menos en tiempos recientes, los extremos de los mandatarios vecinos, otra cosa muy distinta   sucede con los poderes electorales y  económicos, diestros en estrangular periódicos y estaciones de radio a través  de la compra directa o del manido recurso de utilizar la pauta publicitaria para neutralizarlos cuando empiezan a volverse incómodos.
Empecemos por el poder económico del mismo Estado en el orden local, regional y nacional. Es bien  sabido que en institutos, corporaciones autónomas, alcaldías y gobernaciones los recursos de publicidad se asignan dependiendo del grado de  sumisión que medios y periodistas hayan  expresado durante las campañas electorales. Por ese camino estos últimos aprendieron   rápido que cuando el patio se calienta es mejor dirigir la mirada hacia otra parte, hincar la rodilla en tierra y esperar la bendición del soberano, que en este  caso llega en  forma de contratos de publicidad. Fue   así como nació  un engendro que gravita entre la genuflexión sin pudores y el periodismo  extorsivo. Si el gobernante  es pródigo será objeto de toda suerte de alabanzas y sus yerros serán considerados asuntos menores. En caso contrario se  dirigirá toda la artillería contra la más irrelevante de sus acciones. El resultado son esas publicaciones que pasan de la adulación suprema a la bilis sin medida, dependiendo del tamaño de los favores recibidos. Las primeras víctimas son, desde luego, el rigor, la autonomía y el sentido crítico  como  condiciones necesarias para conservar los límites mínimos de la decencia. Vista desde esa perspectiva, esa forma de  coartar la libertad de expresión es tan atroz  como la utilizada por  Correa, Chávez, Ortega, Castro y los regímenes totalitarios que les sirvieron  de modelo.
Puestos a competir, los capitales privados no se quedan atrás.  Es más: sus métodos superan con creces a los utilizados por  los gobernantes y legisladores. Después de todo, mantienen la chequera siempre a mano, sin necesidad de pasar por los formalismos propios del sector público. Todavía está fresco en la memoria lo sucedido con la revista  Cambio, cuyas denuncias tocaron de cerca la entraña de grupos económicos vinculados a  El  Tiempo. Suerte  parecida  corrió la  columnista Claudia López cuando sus dardos  rozaron intereses relacionados con los dueños de casa. Puestos  a revisar episodios  más  lejanos encontraremos que el drama de la familia Cano al frente de El Espectador empezó justo cuando su unidad investigativa se dio   a la tarea de hurgar en la olla podrida de los banqueros de  entonces que,  como los de ahora, constituían uno de los sectores más parasitarios  y rapaces de la sociedad. A propósito, el más conspicuo representante de estos últimos  en el país, Luis Carlos Sarmiento   Angulo, no cesa en su empeño  de hacerse con el control del periódico que un día perteneció a la familia presidencial. Quiero estar en primera fila para ver cómo abordan editorialistas y redactores  la información relacionada con el infinito tejido de intereses del banquero.  Habrá que ver la interpretación que se le da para entonces al asunto espinoso de la libertad de opinión.
“¿Por qué  llamarla crisis si es un robo monumental?” se  cuestiona el periodista  Matt Taibbi en su libro Cleptopía. Su pregunta alude al tratamiento dado por los medios de comunicación del mundo al colosal desfalco protagonizado por los sectores inmobiliario y financiero.  Desde la distancia, me atrevo a hilvanar  una respuesta: muchos de ellos  estaban vinculados de manera directa o indirecta con los implicados en   los delitos. De modo que, ante la obligación de informar, no encontraron una salida distinta a la de contar  verdades a medias.  Y  ese recurso resulta muchas veces más dañino que una mentira completa. Por eso, mientras Chávez y Correa  censuran a la prensa en sus países, los colombianos haríamos bien en recordar el sentido del viejo proverbio hebreo: “Cuando veas que están rasurando a tu vecino, pon tu barba en remojo”.

9 comentarios:

  1. Acá no se llega a los extremos de los países vecinos sencillamente porque no es necesario. El poder político-militar, económico y mediático son una sóla y santa trinidad en nuestro país. ¿Acaso hay siquiera un medio imparcial (yo no creo en la imparcialidad, pero como eso lo enseñan en las academias...) en nuestro país? ¿Al menos hay uno que cuente la verdad, sin matices, sin juicios, sólo que relate los acontecimientos?
    Cuando la prensa utiliza adjetivos imprecisos e ideologizados como "terroristas" para referirse a la insurgencia, cuando califica los muertos de un bando como "bajas" y los de otro como "asesinados", esa prensa (sin ninguna distinción de periódicos o medios) es en verdad propaganda de guerra. Cuando elige calificar inmediatamente las acciones de un bando pero arroja incertidumbre sobre las de otro, ya está ejerciendo un sesgo. Nunca olvidaré durante mi niñez los titulares de TV sobre masacres paramilitares que empezaban diciendo "un grupo armado desconocido asesinó.." sin embargo todo el país sabía quienes eran esos tenebrosos desconocidos. Después Claudia Gurisati se entrevistó con Carlos Castaño y lo erigió a la figura de héroe, y el señor Castaño había ordenado por esos años el asesinato de un humorista que decía la verdad sin importar el color político: Jaime Garzón. También había amenazado a uno de los pocos periodistas serios y valientes del país: Alfredo Molano. Entonces no se dijo que en esta democracia ideal hubiera problemas con la libertad de prensa.
    El caso de los falsos positivos, donde el medio más importante del país (El Tiempo) encubrió la responsabilidad del presidente entonces Ministro de la guerra, demuestra hasta que punto hay un compromiso inviolable con el poder. Luego, cuando ese ministro responsable de no sé cuantos miles de civiles asesinados llegó a la presidencia, los medios que tibiamente le habían criticado (El Espectador, por ejemplo) se arrodillaron mansamente, porque había componendas políticas para repartir el poder. Y nadie volvió a hablar de falsos positivos, ya que esa verdad resultó ser una simple herramienta circunstancial para lograr unos dividendos burocráticos concretos.
    En Ecuador o en Venezuela no hay una persecución a la libertad de prensa (allá no matan ni exilian ni amenazan periodistas al ritmo y brutalidad de nuestra tierra) a mi me parece más bien un conflicto entre bloques políticos que Washington enmascara detrás de discursos a favor de la libre expresión. Si los periódicos obedecieran, como se hace acá, al comandante chistoso o al señor Correa, entonces se diría que son países ejemplares, etc, etc, democracias sólidas y todo eso. Pero los periódicos tienen otros amos, muy poderosos también, encochinados a más no poder en los trapicheos de la política, ese oficio detestable. Mientras golpean por un lado el poder institucional les golpea a ellos por otro.. Nada nuevo bajo el sol, la misma y desagradable batalla cotidiana por el poder.

    Cami.

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  2. Amigo Camilo. Siempre es grato encontrar en estos inciertos terrenos su saludable dosis de lucidez, argumentos y buena prosa. Estamos de acuerdo : En la " Democracia más antigua de América" no es necesario llegar a esos extremos, porque se dispune de una mordaza tan contundente como las balas : la chequera. Con esa basta para poner al mundo entero de rodillas.

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  3. Esto del estrangulamiento de medios de comunicación es un fenómeno global, y no tiene nada que ver con la ideología de los gobiernos, sean de izquierdas o de derechas, las voces críticas siempre son un incordio para los gobernantes. Otra cosa es que Chávez y sus amigos utilicen el garrote -poder judicial mediante- para acallarlos, es inaudito que los jueces hayan decido enriquecer de sopetón a Correa con esa indemnización monstruosa que cierto medio está obligado a pagar. Al contrario, los gobiernos
    neoliberales y su aliados, banca y la empresa privada, tienden a silenciar y/o manipular a la prensa a través de la compra tanto de los medios, como de la pluma de los columnistas. Todo esto encaja muy bien en ese libro que usted recomendó, “El monstruo amable”, que desgraciadamente solo pude acceder a los primeros capítulos, pero igual, muy esclarecedor.

    Respecto al último párrafo de su artículo, el que alude al “gran robo monumental”, al respecto hay un ensayo en archivo Pdf de El Boomerang, donde en clave de humor los indignados dirigen cartas contra las financieras que provocaron la crisis, tal vez ya lo ha visto, pero en cualquier caso para los demás también, ahí les dejo el vínculo. Un saludo.
    http://www.elboomeran.com/nuevo-contenido/299/estimados-banqueros-de-wall-street/

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  4. Encuentro en El País de hoy un revelador informe sobre un artículo que Albert Camus escribió en Argel en 1939, antes de que los alemanes ocuparan Francia, pero ya bajo censura. Decía que la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación eran los cuatro requisitos para el periodista independiente que quiera decir la verdad en un ámbito opresor. Este artículo nunca fue publicado hasta ahora. ¿Y para después de la guerra? Camus decía que “hará falta probar con un método del todo nuevo que sería la justicia y la generosidad. Pero esto solo se expresa en los corazones ya libres y los espíritus todavía clarividentes. Formar esos corazones y esas almas, o mejor despertarlos, será la tarea a la vez modesta y ambiciosa que tocará al hombre independiente. La historia tendrá o no en cuenta estos esfuerzos. Pero habrá que hacerlos”. ¿Fue un ingenuo Camus? ¿No previó acaso la trama que enredaría al periodismo en casi todas (no sé si decir todas) las sociedades de posguerra? ¿Y qué decir de nuestra América? Yo vivo en el extranjero desde hace tanto tiempo que ya no me atrevo a decir lo que pienso: uno pierde algunos derechos en el exilio.
    http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/16/actualidad/1331915071_426010.html

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  5. Tiene usted toda la razón, apreciado José : el asunto no es de ideologías, que además ya son intercambiables, sino de ejercicio del poder puro y duro. Para los poderes que gobiernan el mundo, el periodista debe ser todo lo contrario de lo que nos recuerda don Lalo, es decir, una suerte de conciencia colectiva, según lo pedìa Camus. Lo que exigen al periodista a y al medio es que opere a modo de caja de resonancia para los intereses del soberano y de velo ante los cuestionamientos que se formulen.

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  6. No creo que lo de Camus haya sido pura ingenuidad, mi querido don Lalo. Pienso que sus planteamientos eran sobre todo una advertencia ante las fuerzas ominosas que se nos echaban encima. A lo mejor, en uno de sus momentos de lucidez vio a Murdoch y sus secuaces avanzando a toda màquina y nos legó sus textos para que supiéramos a qué atenernos.

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  7. Profe Gustavo. Por acá mi retorno después de un buen tiempo sin comentar. Un saludo, primero, y ahora me pregunto a raíz de este artículo. ¿Cómo la academia podrá premeditar, en los estudiantes, relaciones de control como la de los medios y las empresas, corporaciones, política, lo que sea que se venga? Este es un tema muy criticado y siempre se llega a la misma conclusión, a la misma negación con profesores y estudiantes entre café o cervezas. Hay que seguir comentándolo, pero ya hay que dar ciertas posibilidades para poder lidiarlo, enfrentarlo. O sería cambiar el entorno para crear una nueva cultura de lo que debe ser una corporación, pensando en un bien social e individual, o proponiendo alguna cátedra de "ética independiente" (Por poner un nombre) la cual no sólo incluya herramientas o plataformas, sino que desarrolle propuestas de permanencia de los proyectos. Qué otra manera existe para sostener un trabajo como éste, cómo hallarla y hacerla interesante entre el público. Ya, supongo, es hora de reestructurar el cómo se hace periodismo y el cómo lo damos a conocer.

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  8. Que bueno tenerlo otra vez por estos pagos, amigo Eskimal. La verdad, no creo que a las corporaciones les interese algún tipo de bien social que no pase por la multiplicación de sus propios dividendos. No paro de preguntarme por el rol del periodista en un mundo que es cada vez más un complejo tejido de intereses corporativos. El ambiente está tan enrarecido que en Internet, postulada en su momento como la gran conquista para la expresión de la libertad, empiezan a sentirse pasos de animal grande, traducidos en la sentencia "Pay for all", o en sutiles maniobras de censura.

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