jueves, 17 de septiembre de 2015

Vida al parque




 Durante la celebración de los cincuenta años de presencia de la Alianza Francesa en Pereira, el gestor cultural Jorge Mario Quintero contaba  en detalle cómo se tomaron el  parque Olaya  Herrera  para la realización de la Fiesta de la Música, un evento que  se remonta a las tradiciones del mar Mediterráneo europeo, relacionadas con  los ritos del solsticio de verano.
Con el paso de los años el evento echó raíces en la ciudad y se hizo a su propio lugar, al lado de festivales como  el del bambuco, el bolero, el de música sinfónica  y Convivencia Rock,  abriendo así espacios para las distintas tendencias  que dan cuenta de  nuestra diversidad cultural.


Así se han hecho las cosas entre nosotros. Ante la ausencia de políticas  públicas serias y pensadas a largo plazo, artistas, creadores, instituciones y gestores se han apropiado de los espacios con sus propuestas, fortaleciendo así un patrimonio colectivo que permite mirar con  una buena dosis de esperanza el futuro inmediato.
Nunca  un  patrimonio había sido tan desaprovechado  en la ciudad como el parque Olaya Herrera. Cuatro manzanas de zonas verdes en una capital  con grandes carencias en materia de opciones para  el uso creativo del tiempo libre. Y eso a pesar de estar ubicado junto al edificio de la Gobernación de Risaralda  y a la antigua estación del tren donde funcionó durante muchos años la biblioteca pública Ramón Correa Mejía. Pero además esá situado a cinco cuadras de la Plaza de Bolívar y a un costado de la calle de la fundación.


Ante la indolencia de las autoridades, responsables de su buen uso  y de brindar seguridad, el lugar se convirtió en una tierra de nadie. Desierto de  día y oscuro de noche, representaba toda una tentación  para los malandrines, atentos al  paso de algún incauto para despojarlo de sus pertenencias.
Fue así como el Olaya se convirtió en  lo que los expertos en jergas urbanas llaman  un “Territorio de miedo”. De esa manera se  origina una espiral perniciosa en la que la gente se aleja de los lugares porque los considera peligrosos, facilitando  de  ese modo su ocupación por parte de los delincuentes.
Y entonces,  llegaron los ritmos musicales a  llenar de vida esos territorios. Como su nombre lo sugiere,  La Fiesta de la Música no se circunscribe a un género determinado. Por sus puertas cruzan raperos, rockeros, salseros, metaleros, amantes del  jazz,  de la música sinfónica, del hip-hop y de una decena de ritmos más. A su llamado acuden personas de  todos los géneros y edades, hermanadas por dos  cosas: el amor por la música  y el respeto  hacia los gustos de los demás. Algo parecido acontece con Convivencia Rock, un  evento que reúne a las casi infinitas  vertientes de este género musical que un día se extendió por el mundo y se fusionó con algunos de los ritmos de sus lugares de acogida. En Colombia, nada más, tenemos bambuco rock,  cumbia rock, carranga  rock y unas cuantas fusiones más que dan cuenta  de la inagotable capacidad de la música  para  mezclarse cada vez que se cruza con una expresión nueva en el camino.


Pero no fue solo la música la que acabó por devolverle la vida al parque. Exposiciones de  pintura, jornadas de animación de lectura dirigidas a niños, jóvenes, adultos y viejos. Teatro  de calle, danza  folclórica  y contemporánea forman hoy parte de un paisaje que nos enriquece  y  le da nueva forma a la ciudadanía. Y todo a partir de tomas espontáneas de unos espacios  que nunca representaron interés alguno para las autoridades civiles . Uno pensaría que desde la Gobernación de Risaralda se debieron haber trazado desde hace mucho tiempo acciones en ese campo, pero no fue así. Por fortuna, la corriente de la vida acaba por imponerse a la desidia del burócrata.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

6 comentarios:

  1. Enhorabuena! Da gusto conocer un caso de reconquista de espacios por parte de gente civilizada. Desde hace tanto tiempo estamos acostumbrándonos a un proceso en dirección contraria, con la incultura y/o la delincuencia copando espacios vitales en las ciudades y sus alrededores, amparándose en la desidia de autoridades que se especializan en limitar los derechos de la gente decente, que es olfateada y palpada mientras los otros se escurren aprovechando la penumbra.

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    1. Mi querido don Lalo: se supone que la cultura consiste en eso: en cultivar para garantizar la supremacía de la vida. Y eso es lo que hacen desde hace décadas los gestores y artistas en la ciudad, como una manera de oponerse a la indolencia de sus administradores. Esa es la esencia de la palabra- y la práctica- política.

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  2. Ah, cuánta envidia me corroe, por doble partida debo añadir. En mi ciudad queda apenas un área verde de tamaño considerable, todo un lujo de una manzana (el antiguo hipódromo hoy convertido en escuela de futbol y escuela de equitación) donde pronto edificarán el infame estadio bautizado como “El Batán” para 60 mil almas, por puro capricho del caudillo que quiere hacer realidad otro de sus “sueños” para asombrar al resto de Sudamérica. Qué fácil y barato sería convertir el sitio en un auténtico parque, manteniendo las canchas de fútbol y aun sobraría espacio para conciertos al aire libre, a semejanza de los festivales de Pereira. La segunda congoja tiene que ver con esa variada oferta cultural rockera y demás ritmos que los pereiranos pueden disfrutar. Como usted bien sabe, aquí nos especializamos en multitudinarias comilonas en nombre de la cultura. De hecho, no recuerdo la última vez que pasó algún grupo musical respetable por estos pagos. Y es que la "corriente de la vida" aqui se encharcado, ni más ni menos.

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    1. No se puede dejar encharcar la corriente de la vida, apreciado José: es lo único que tenemos para conjurar los poderes de la muerte, no sólo física, sino espiritual que nos asedia desde todos los costados.

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  3. te leo
    me gusta como encaras los textos de tu blog
    Real e intenso

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    1. Mil gracias. Sempre estamos recomenzando alguna cosa, incluido el oficio de vivir.

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