jueves, 17 de agosto de 2017

Un café bien patriotero





Nada como un café céntrico para tomarle la temperatura a una ciudad, a un país o, en estos tiempos de conexión al instante, al planeta entero.

Por eso me siento al menos una vez por semana a escuchar  esas conversaciones en las que, siguiendo la manida frase, un  grupo de parroquianos se  reúne  “A arreglar el país”.

O a acabarlo de joder, depende desde donde se mire.

Por alguna razón durante mi última visita el ambiente patriotero andaba bastante inflamado.

Rezagos de la seguidilla de fiestas patrias en  julio y agosto, tal vez.

Aunque se hablaba de lo divino y lo humano, tres cosas azuzaban el nacionalismo de los discutidores: James Rodríguez, la situación de Venezuela y la  emigración de  estudiantes colombianos hacia Argentina, en constante crecimiento  durante el último lustro.



Me tomaría un catálogo entero relacionar la lista de insultos proferidos contra el entrenador francés de origen argelino Zinedine Zidane, admirado en estas tierras… hasta que decidió poner  en el banco a James .

“Ese hijueputa siempre le tuvo inquina a James”, sentenció con tono bíblico un sesentón de pelo blanco, levantando su dedo índice hacia la concurrencia, que asintió con una copiosa salva de palabrotas.

Varios de ellos me miraron,  a la espera mi aprobación, por lo que decidí fijar mi atención en el caminado de una belleza mulata que cruzaba la calle.

Como atendiendo a un llamado, todos volvieron la vista hacia  esas piernas de fuego.

Esa  fórmula siempre funciona.

Gracias a esa visión me salvé de un linchamiento verbal. Creo  que James es un excelente jugador. 
Superlativo, si se quiere, en el contexto nacional.

Pero en una máquina de producir dinero como el Real Madrid, que se ha dado el lujo de desechar futbolistas mejores, el colombiano fue apenas un buen suplente.

Zidane actuó en consecuencia y por estas tierras no se lo perdonan.

Los regionalismos y nacionalismos son tan peligrosos por eso: enceguecen y no dejan ver las cosas en su justa dimensión.

Y eso, cuando se traslada al mundo de la política suele desatar fuerzas tenebrosas.

Échenle una mirada a un buen libro de  Historia  Universal y verán.



Entonces le correspondió el turno a Venezuela: todos los ocupantes del café pidieron golpe de estado contra Maduro, pero ya.

“Nos estamos llenando de venecos”, sentenció un  hombre  con pinta de abogado o algo así. Una decena de individuos  se desató en aplausos.

De nuevo miré hacia la calle y mi Ángel de la Guarda, que nunca falla, envió en mi socorro a un anciano que hacía cabriolas con sus muletas.

Por lo visto, estos tipos olvidaron que hace apenas tres décadas  Venezuela se llenó de colombianos que huían de la pobreza y la violencia.

Lo mismo que ahora, pero en dirección opuesta.



Les llegó  la hora a  los argentinos, por quienes profeso un afecto  muy particular, empezando por Andrés Calamaro, Ernesto  Sábato y Lionel Messi.

“Esas gonorreas nos tienen bronca a los colombianos”, gruñó un hombretón metido a la fuerza en una camiseta de esqueleto, o musculosa, como las llaman en el cono sur. Además exhibía en el antebrazo el tatuaje de un dragón en llamas.

Razones de sobra para ser prudentes.



Si estos ultranacionalistas se detuvieran a pensar  un poco, encontrarían que las acciones de la policía se concentran- como es su obligación- en quienes  llegan a ese país  a delinquir.

Les he preguntado a un par de decenas de  colombianos residentes en Argentina y nadie tiene motivos de queja.

Pero vaya explíquele eso a un especialista en mirarse  el ombligo,  que es,  en últimas la  única gran pasión de los regionalistas  y nacionalistas.

Incapaces de ver más allá de sus narices se refugian en la improbable perfección de lo vernáculo.

Y de paso  arrojan al infierno a todo lo demás.



Por eso, he decidido emprender mi  discreta  retirada de este lugar.

Mi Ángel de la Guarda ha  sido más que generoso por hoy. “No hay que abusar”, dice mi mamá Amelia.

Por una vez en la vida he decidido hacerle caso. 

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada


4 comentarios:

  1. Regio y gracioso eso de ponerse “a arreglar el pais”. Ya decia alguien que el nacionalismo y otros sentimientos patrioteros se curan viajando, de lo contrario es inevitable caer en el vicio de la autocomplacencia. Coincidentemente, como tambien estamos en Bolivia en el mes de la patria (la cantaleta de los 192 años de libertad sonando con himnos de fondo), viera cómo nos estan bombardeando en la televisión con postales del pais que parecen sacados de una tierra de fantasia, con carreteras flamantes, fábricas a todo humo, hospitales relucientes y caritas felices al por mayor. Pareciera que estuviéramos en Suiza pero basta con salir a la calle y darse de narices con todas las evidencias del subdesarrollo. No tenemos remedio.

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  2. Lo mismo hacían Stalin, Mao, Hitler y sus émulos de todos los tiempos y lugares, apreciado José.
    Por lo que concluyo de sus agudas ilustraciones, el regimen boliviano relica al pie de la letra las malhadadas fórmulas del Realismo Socialista soviético, la Revolución Cultural china o , en la otra orilla, los esperpentos fascistas que tanto siguen encantando a los caudillos del Tercer Mundo.

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  3. Tocayo, pareciera que la idea de "arreglar el país" en una cafetería o bar (no sé por qué viene a mi mente la taberna El Tranvía) ha cambiado. Pareciera que ahora es buscar la manera de justificarnos pues somos la berraquera de este continente, y justificarnos afuera.
    Arreglar el país era un ejercicio de cotidianidad. Cuando mis tíos decían "camine nos tomamos algo y arreglamos el país", la charla se centraba en el trabajo, en la familia. De ahí se desprendía a otros temas, más públicos, claro, el fútbol era parte.
    Yo lo que vi en la conversación es una cuestión migratoria, migrar nuestra imagen, centrarla en íconos mediáticos, defender nuestro derecho de vivir en cualquier lugar, así sea de manera errónea, pero al mismo tiempo defender nuestro derecho de no dejar vivir al otro en el espacio que ocupamos (Alguien una vez, en tono ofensivo, me preguntó sobre cuál arepa era mejor,la venezolana o la colombiana). Solo vemos fachadas cuando tomamos la bandera y cantamos el himno nacional y llenamos de adjetivos absolutos a Colombia.

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  4. ¡Santo cielo! Pero si eso trasciende el ser o no ser de Hamlet, apreciado Eskimal. Digo, lo de cual es la mejor arepa. Ni más ni menos que la disputa entre los machos alfa por quién tiene la verga más grande.
    Eso me lleva a pensar que los nacionalismos y todas sus variantes no vienen a ser más que expresiones de la egolatría multiplicada por millones.

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