jueves, 12 de julio de 2018

La utopía renovada








                                                 "Ay utopía/ como te quiero/
                                                 Porque les alborotas / el gallinero."
                                                                    Joan Manuel Serrat

 Hace unas tres semanas hablé de causas perdidas.

O lo que es lo mismo: de utopías renovadas.

Causas perdidas, utopías: formas de nombrar el viejo mito del Paraíso Perdido.

Los evangelistas del mercado y la globalización, dos fenómenos que en últimas son la misma cosa, reencauchan cada vez que pueden la sentencia aquella  del teórico Francis Fukuyama, basada en la idea de que admitir el fracaso del experimento comunista o del llamado “Socialismo real” equivale a aceptar que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

No importa si los pobres se multiplican, si las lógicas del capital y el consumo arrasan con los  recursos del planeta a una velocidad de vértigo, si la guerra, sigue siendo el camino más expedito  para apoderarse de los bienes ajenos y, en fin, si las miserias sin cuento se disfrazan con  cifras y cuadros estadísticos que día  tras día nos hablan del aumento exponencial de los bienes y servicios, aunque no digan nada acerca de cuántas personas y en qué condiciones pueden acceder a ellos.

A modo de colofón, nos dicen entonces que la Historia terminó y con ella las grandes tensiones   y utopías que le sirvieron de soporte a lo largo de los siglos, entre ellas aquella de  igualdad, libertad y fraternidad que fue la esencia de la  Revolución Francesa y su expresión vital más perdurable: la declaración universal de los derechos del hombre  que nos ha servido de brújula hasta el día de hoy. 



Desde esa perspectiva proponen como única salida un modelo de sociedad basado en los principios darwinistas de la selección natural, que en términos prosaicos equivale al  “sálvese quien pueda” que se escucha en medio de los naufragios  y otros desastres no siempre naturales.

Semejante determinismo niega de plano el papel que juega la cultura como territorio donde se forjan los criterios  de valoración y se fundan los momentos supremos de la especie humana, que van desde el derecho, pasando por los arrobamientos de la poesía y la religión hasta  alcanzar las intuiciones y certezas de la ciencia.

Esos momentos han sido desde siempre expresiones de la   utopía, ese reino sin tiempo ni lugar amasado con las ilusiones, los temores y las expectativas de la  gente, que solo encuentran asidero en ese territorio de lo posible más allá de lo imposible.

 Frente al pragmatismo sin remedio de  los ministros de economía, los nostálgicos se remiten invariablemente a la década de los sesentas del siglo XX, ese instante de fiesta y orgía en el que  parecieron coincidir tres de  las más  importantes corrientes de pensamiento de  las últimas centurias:  el marxismo con su propuesta de liberación del reino de las necesidades, el sicoanálisis y su rebelión desde el vórtice mismo de la líbido y el pensamiento de  Nietzche  con su poética de la voluntar de poder. 



Las revoluciones políticas en medio planeta, la explosión sexual que para algunos alcanzó su momento cumbre en el verano de 1967 y la llegada a la luna fueron para muchos la expresión material del momento de conjunción de esas corrientes.

 Ante el tamaño de la amenaza, los poderes que controlan el mundo no tardaron en poner en marcha   ese implacable  mecanismo en el que los medios de comunicación reemplazan a los maestros, los políticos a las fuerzas sociales y los tiburones de  las grandes corporaciones a los estadistas.

Fue ese el punto de inflexión que marcó el comienzo del reinado de la dupla  Reagan- Thatcher y sus epígonos en el mundo entero, encargados de conjurar  los peligros y de confeccionar para los corredores de bolsa la  imagen de un planeta uniforme, aséptico y despojado de cualquier sentido crítico.



Sin  embargo, contra todo pronóstico, no todo el mundo está dispuesto a dejarse  conducir   tan fácilmente al matadero disfrazado de paraíso por las agencias de publicidad.

De vez en cuando, como en el viejo mito del Ave  Fénix  tantas veces reinventado,  irrumpe  la utopía, fresca y renovada, para recordarnos que  todavía hay lugar para la herejía y que a pesar de los evangelistas del mercado  y la globalización,  mil caminos  son posibles para escapar a ese  “ Fin de la  Historia” que pende  como una soga sobre  la cabeza de los hijos de  la era digital.

PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada 

9 comentarios:

  1. Eso de que todavía hay lugar para la herejía bien podría ser válido para el actual mundial de fútbol: cuando periodistas especializados, entrenadores, casas de apuestas y aficionados (me incluyo)daban por hecho que Alemania, Brasil, España se quedarían con el título. Menuda sorpresa la irrupción de Croacia 'alborotando el gallinero', que está a un paso de consumar la utopía (por lo menos así debe sonar para un pequeño país que hace unas pocas décadas ni siquiera existía).
    Respecto a lo de Fukuyama, al dia de hoy su libro resulta demasiado pretencioso por no decir obsoleto; si bien vivimos en un mundo cada vez más globalizado, la democracia liberal lejos está de consolidarse, ni siquiera en la culta Europa que ve con preocupación el retorno de gobiernos nacionalistas y autoritarios dentro de sus propias fronteras. Los conflictos ideológicos rebrotan con más vigor de sus cenizas.

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  2. Herejes y apóstatas: eso vienen a ser equipos como Croacia y Bélgica, apreciado José.
    Esa era mi final soñada. Pero ya ve: no hay dicha completa en este mundo.
    Y sobre " El fin de la Historia", el solo título ya es un absurdo. Basta con darse una vuelta por el Mapamundi para darse cuenta de que en muchos lugares la historia apenas comienza.

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  4. Si, hay una dinámica dialéctica entre utopía y realidad. Pero, como todo en este universo, tiene o parece tener un impulso circular, repetitivo. Como decía ya tú sabes quién: “Toda verdad atraviesa tres etapas; al principio es ridiculizada, después es combatida violentamente y al final es aceptada como algo evidente”. De la utopía a la realidad en tres frases. Pero la nueva realidad es desafiada de inmediato por una nueva utopía. De vuelta la mula al maiz, decía mi madre, así, acentuando la a en maiz.

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  5. "Toda esta gente parada/ que tiene grasa en la piel/ no se entera ni que el mundo da vueltas", canta Charly García, mi querido don Lalo.
    Razón tenía entonces su abuela, que sí estaba bien enterada.

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  6. Arroba pensar lo que preguntaba Cicerón hace siglos: ¿Cuál es la utilidad de ser bueno con un pobre?. Aunque más ruda, la frase de Sartre es menos desatinada: Los pobres existen para ejercer la misericordia.

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    1. Aprecidado Diego: deduzco de esa frase que Sartre tuvo una sólida formación jesuítica. Con razón acuñó aquella sentencia de: "El infierno son los otros".

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  7. O al darnos una vuelta por el mapamundi nos damos cuenta de que no hay una historias sino muchas historias y por ello pronunciar un fin es limitado. Incluso, los cambios que trajo el libre mercado en los ochenta y noventa son parte de esas historias. Y bueno, no sé, Gustavo, pero eso de ajustar toda la realidad y los procesos actuales a las ideas que Darwin expuso desde la biología parece peligroso, por la misma diversidad. La palabra "evolución" puede traer riesgos si no se lee bien. Cuando dicen que la música evolucionó, pongo un ejemplo muy cotidiano, qué significa eso. Cómo evoluciona la cultura, eso suena raro. Y ahora, desde dónde evoluciona o a qué ambiente me "adecuo" para sobrevivir. Esperemos que la utopía sea de herejes.

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    1. Si no es de herejes será dictadura, apreciado Eskimal.
      Y no pasemos por alto que dictadura de dictar, de uniformar el mundo bajo una sola norma.
      Y eso equivale, ni más ni menos, a la muerte del espíritu, esa noción que nos ha mantenido encendidos durante siglos.

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