miércoles, 12 de abril de 2023

Las mil y una muertes del rock


                                                 Carátula de Jethro Tull, ilustrada por
                                                                                Michael Farrell y David Gibbons


 

                                                    Too old to rock and  roll

                                                    Too young to die.

 

                                                         Jethro Tull

 

Poetas ellos mismos, Bob Dylan y Leonard Cohen se remitieron siempre a la gran literatura a la hora de componer sus canciones. Ambos de origen judío, se educaron en una tradición de reverencia por la palabra escrita. Y ese no es un dato menor. Como no lo es que, en dos momentos distintos,  hayan sido galardonados con el Premio Nobel de Literatura el primero y el Premio Cervantes de las letras el segundo.

Traductora de Rimbaud, la gran Patti Smith ha expresado siempre la gran influencia que los llamados “Poetas malditos” franceses ha ejercido sobre su obra en verso y en prosa, aparte de su conocido cancionero.

“There´s a lady who´s sure/ all that glitter is gold/ and she´s buying a stairway / to heaven”, canta Robert Plant con esa voz  suya  salida de las entrañas.

“Picture yourself in a boat/ on a river/ with tangerine trees/ and marmalade skies” sugerían The Beatles instalados en el vórtice  mismo de la sicodelia.

“Hello darkness/ my old friend/ I´ve come to talk with you again”, escribió Paul Simon en una canción que, no por casualidad, muchas Iglesias del mundo hicieron suya.

“Hear the rime of the ancient mariner/ see his eyes as he stops one of the three mesmerizes/ of one of the wedding guests/ stay here listen to the nightmares of the sea!”, cantan los Iron Maiden en una canción inspirada en The rime of the ancient mariner, el poema de S.T. Coleridge.

Uno podría seguir el viaje literario de músicos como Jim Morrison o Lou Reed y no acabaría nunca: el rock, el buen rock, aparte de una propuesta sonora es también una búsqueda poética y narrativa, igual que la salsa, el tango y otras músicas de los extramuros urbanos.


                                                 Bob Dylan y Leonard Cohen

Si pasamos a las influencias musicales de bandas y solistas, el catálogo no es menos extenso. La  presencia de Brahms en las extensas y no por eso menos frescas canciones de Yes.  El misticismo de Bach en el cancionero de Jethro Tull.  La sofisticación de Prokofiev y Mussorgsky en las búsquedas de Emerson, Lake & Palmer. La formación sinfónica de los integrantes de Deep Purple.  La vocación operática de Queen.

Así que, cuando cada cierto tiempo aparece un profeta anunciando la inminente muerte del rock, me hago la misma pregunta: ¿Cómo va a morir una música que se nutre de semejantes fuentes? Para empezar, ni siquiera existe una sola línea de rock a la que puedan ponerle una placa y despachar al otro mundo. Hagamos una revisión rápida de algunas entre muchas etiquetas utilizadas para clasificarlo: acid rock, heavy rock, rock sinfónico, rockabilly, rock progresivo, folk rock, rock and blues, glam rock, metal, punk, grunge y de los años noventa para acá, rock alternativo, aunque nadie ha podido explicar alternativo a qué.

Como ven, esa diversidad nos conduce a otra pregunta: ¿De qué hablamos cuando hablamos de rock?  Abundan los libros que intentan una aproximación al género desde las claves de la sociología, la antropología, la Historia, la filosofía y el análisis literario. Como el propósito del presente texto no es hacer un análisis de obras y autores, resumamos: el rock es un género musical cuyo nacimiento oficial algunos datan en 1954, que echa raíces en expresiones de vieja tradición cultural como el blues de los negros del Mississippi, los cantos espirituales de las iglesias, los ritmos campesinos tradicionales, el jazz de la marginación urbana y, claro, la tradición clásica europea.

Mejor dicho: el mar del rock   está formado de muchos ríos que, por distintos caminos, se nutren de la tradición cultural- y no sólo musical- de oriente y occidente. Es algo así como el mito del hombre de las mil caras llevado al mundo de la música.

Proteico como el hombre de las mil caras, este género musical tiene la capacidad de convertirse en otra cosa cada vez que el entorno social, político, económico y cultural parece hacer ineludibe su extinción. De ahí la cantidad de profetas que han anunciado su muerte mil y una veces.


                                           Carátula de Yes, ilustrada por Roger Dean

Lo advirtieron cuando las revueltas de mayo de 1968 en Francia y el verano de las flores en California tocaron a su fin.

Lo dijeron cuando la música discotequera salió de su ambiente natural- los clubes nocturnos hechos para bailar- y se apoderó de las estaciones de radio del mundo entero, dando lugar al conocido síndrome de Fiebre de Sábado en la Noche.

Lo repitieron el día en que una nueva generación de músicos empezó a jugar de otra manera con los instrumentos electrónicos y patentó de paso una corriente bautizada con el nombre de tecno-pop o tecno- rock, para el caso de igual.

En América Latina y España, en lugar de morir, el rock decidió cantar en otro idioma: el castellano adaptado a las particularidades de cada país. Según algunos cronistas musicales, ese favor se lo debemos a los militares argentinos: convencidos de que la pesadilla desatada durante su dictadura los devoraría también a ellos, decidieron apelar al viejo y conocido truco de exacerbar el patrioterismo para sostener esa abstracción conocida como “unidad nacional”. Para conseguirlo desataron la guerra de las Malvinas y prohibieron a las estaciones de radio emitir música en inglés. El resultado es bien conocido. La guerra fue un fracaso y como las emisoras no podían desaparecer del dial empezaron a desempolvar viejas grabaciones de bandas y solistas que no tardaron en captar la atención del público.

                                                          I.R.A, banda de punk colombiana

Fue así como el género de las mil caras le surgió en nuevo rostro: el del rock en español. Poco importa que a través de esa puerta las disqueras colaran expresiones que poco o nada tenía que ver con el género. Para efectos de supervivencia musical, a los militares argentinos se les fue el tiro por la culata. Pregúntenle a Lito Nebia, Charlie García Nito Mestre, Celeste Carballo, El Indio Solari o a Luis Alberto Spinetta – poco importa que esté muerto- y verán.

Para mantenerme al día con las nuevas corrientes, escucho de vez en cuando a Radiónica, una estación perteneciente al sistema colombiano de medios públicos. A juzgar por la diversidad y potencia de lo que allí emiten en distintos idiomas, al viejo y querido rocanrol le vale a la perfección la sentencia aquella- apócrifa o no- que el escritor José Zorrilla habría hecho pronunciar a Don Juan Tenorio: “ Los muertos que vos matáis/ gozan de buena salud”.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=HSa2_C3Qwf8

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Este universo contracultural, "Imperio" que denomina Luis Brito en un ensayo, que me enseño a entender más el rock, que siempre escucho y en las meditaciones me llega lo que has escrito, mes dado un repaso lúcido y consciente, me reafirmo que con esas bases tan universales, evoluciones de la música y búsquedas como manifiesta "Revolver" de los Beatles. Paro ahí.. Usted si le da cuerda a uno maestro. Me has dado luces para la continuidad de este hilo rítmico que marca nuestra generación quizá de vista poco a poco con la música de las calles de nuestros pueblos que nos lleva tras los hilos de los ferrocarriles y el viento de las notas rockeras.

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  2. Mi querido amigo: esa es la idea. Dar cuerda, animar el diálogo, ese es el propósito de este blog y el rock tiene tantos matices que en nuestras facultades de literatura, música y estética están en mora de crear una cátedra dedicada al género, como ya existen en algunas universidades del mundo.
    Hablamos,
    Gustavo

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