Es bien sabido que la fama, divinidad obcecada como ninguna, fragmenta el Yo y lo extravía en un laberinto de espejos donde la persona ya no puede saber quién es. ¿Puede concebirse un castigo más sofisticado?
Mick Jagger (26
de julio de 1943, Datford, Kent, U.K.) pertenece a esa categoría. De ahí puede
derivarse su fascinación con los relatos de Jorge Luis Borges, ese poeta
frecuentador de espejos y laberintos. O mejor dicho: de espejos enfrentados que
devienen laberintos. En Performance,
película de culto dirigida por Donald Cammell y Nicola Roeg estrenada en 1970,
el cantante aparece leyendo un cuento del escritor argentino, con quien tuvo un
fugaz encuentro luego de una conferencia, según lo narra María Kodama,
compañera de Borges y devota de la música de The Rolling Stones, la nave insignia de Jagger, Richards y los
pillastres que vinieron después.
Jagger &
Richards, esa dupla tan célebre como la de Laurel & Hardy, Lennon &
McCartney o Gardel y Lepera se conocieron en la temprana juventud, unidos por
la literatura y la pasión por el blues
negro del más profundo sur norteamericano. De hecho, sus primeros discos fueron
un tributo a los más grandes músicos de
ese género doliente y nostálgico en el
que las voces hablaban de despojos y desarraigos.
La esencia de
ese espíritu la destilaron en Satisfaction,
para muchos el mejor rock que se ha escrito. El desasosiego y la insatisfacción
eterna de la criatura humana se ponen de manifiesto en ese desesperado repetir
and I try, and I try and I try, como
quien se despelleja los nudillos tocando a las puertas del cielo.
Sospecho que, en
medio del delirio que vino después, con sicodelia incluida a mediados de los
sesenta, cuando Satisfaction ya era
un himno generacional, ni se les ocurrió pensar que un día del siglo XXI serían
dos célebres octogenarios que, instalados en la cima de la gloria, acaso
evocarían con ternura y condescendencia sus tiempos de chicos malos decididos a espantar a los burgueses de todos los
rincones de la tierra.
Es más, creo que
ni esperaban llegar al final del siglo XX. Después de todo, la consigna de los
tiempos se resumía en la frase “Vive
rápido, muere joven y serás un cadáver bien parecido”, asumida como
auténtico dogma de la rebelión sesentera.
Para ese
propósito de épater le bourgeois contaban con dos armas. De un lado, el enorme
talento musical de ambos y por el otro un par de signos exteriores convertidos
en marcas de fábrica por la industria del entretenimiento: la bocaza del
cantante y el colmillo cariado del guitarrista.
Para entonces,
el vocalista todavía no era Sir Mick
Jagger y lo que eso significa como asimilación por parte del Mainstream, en una prueba más de la
capacidad del establecimiento para convertir en mercancía hasta a sus más
virulentos contradictores: la imagen crística del Che Guevara y la boca de Jagger estampadas en carteles, camisetas y
cientos de chucherías son acaso las pruebas más elocuentes.
Todos tenemos a
alguien que nos inicia en los misterios esenciales: el sexo, la música, los
libros, la religión. En mi historia de amor con el rock ese rol lo desempeñaron
dos personas: mi primo Pacho y Miriam, profesora de música del colegio Deogracias Cardona en Pereira. Casi al
tiempo, me dieron a escuchar sendas casetes con canciones de los Stones. Estaban, claro, Satisfaction, Simphaty
for the Devil, Street Fighting man, Ruby Tuesday y Paint it black. -¿Cuántas veces habrá
sonado esta última como música de fondo de películas y documentales sobre la
guerra de Vietnam?. Después vendría Angie,
(Goats head Soup,1973) la balada que desde entonces ha inspirado el nombre
de sucesivas generaciones de muchachas en el mundo entero.
Un par de
anécdotas antes de seguir con el ya octogenario trotamundos: la profesora
Miriam era alegre, vivaz, inteligente y muy, muy bajita; tanto, que al
descansar la guitarra en el suelo ésta la excedía en estatura. ¡Pero cómo
pulsaba sus cuerdas a la hora de interpretar las canciones! Por su lado, mi
primo Pacho murió a los 75 años, en plena pandemia de Covid-19, al caer de un andamio mientras exploraba las alturas en
busca de no sé qué cosas. Pero bueno… si Jagger se trepa a los escenarios a los
ochenta.
Volvamos
entonces a Jagger. En la novela ¡Qué viva
la música!, del escritor colombiano Andrés Caicedo, quien se suicidó a los
25 años, la narradora rinde un manifiesto tributo a los Stones, pero en especial a su vocalista y a esa manera suya de
plantarse ante el mundo con su cara de peleador callejero. A manera de
glosario, al final aparece una lista de once canciones del grupo que, al lado
de los grandes de la salsa, obraron a modo de banda sonora de su generación en
la ciudad colombiana de Cali, conocida entre otras cosas por el vigoroso
movimiento cinematográfico gestado allí en el tránsito de los sesenta a los
setenta. Uno de los protagonistas de ese dinamismo, el escritor, director de
teatro y periodista cultural Sandro Romero Rey, rindió tributo a los Stones a lo largo de su obra escrita,
que incluye un libro titulado: Mick
Jagger El rock suena: piedras trae.
Como no podía
ser de otra manera, de todo se ha dicho y escrito sobre Mick Jagger. Sin
solución de continuidad, se le ha tildado desde genio hasta rey de la
impostura. Supongo que todos tienen algo de razón, pero el negocio del
espectáculo es así: las fronteras se diluyen, los adjetivos cambian de sentido
en cuestión de segundos y los protagonistas pasan del cielo al infierno sin
que puedan tener control alguno sobre el
rumbo de las cosas.
Al final, es
mejor optar por la gratitud hacia quienes nos han regalado momentos de dicha o
nos han acompañado en interminables noches de dolor, como se desprende del
título de Let´s spend the night together,
la canción que además le dio el nombre al documental donde el director Hal
Ashby (1929-1988) otro fervoroso admirador de la banda, recoge algunos entre
muchos hitos en esa carrera que aún no termina.
Para el efecto,
poco importa en realidad si los chicos malos pasaron a golpe de fama de los
extramuros al Mainstream.
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Ingrese aqui su comentario, de forma respetuosa y argumentada: