jueves, 3 de marzo de 2016

La senda de los peces




 El hombre hablaba de cardúmenes. Cardúmenes por aquí y cardúmenes  por allá. Como disponía de tiempo me colé en ese salón de la universidad donde un conferenciante con pinta de hipster se dirigía a unas cincuenta personas: siempre me ha atraído el  profundo simbolismo religioso y mítico  del agua y los peces en las culturas del mundo entero.
Pero no se trataba de eso. Era una charla  orientada a estudiantes de publicidad. Pero igual me quedé escuchando.
Sucede que los expertos en publicidad y mercadeo hablan ahora de cardúmenes. Si señores: cardúmenes  de fanáticos de las selfies, por ejemplo. O de seguidores de  algún profeta de Twitter. De fetichistas de la tecnología. De devoradores de hamburguesas. Otros  todavía los llaman nichos de mercado.
Pero también los hay de corrientes sociales: cardúmenes de animalistas, de feministas, de ambientalistas y de  fervorosos defensores de cuanta causa perdida surge en el mundo desde el derrumbe de las grandes  ideologías.


Falta otra lista: los cardúmenes políticos: uribistas, santistas, petristas, peñalosistas, gallistas, fajardistas y otras  hierbas.
Ah, y la de los devotos  de  cientos de  sectas religiosas hechas a la medida de las desdichas humanas. Sectas  para los célibes, para los promiscuos, para los arruinados, para los millonarios, para los borrachos, para los abstemios, para los derrochones, para los austeros, para las mojigatas, para las libertinas.
Escuchando el monólogo del expositor  ante ese auditorio extasiado entendí que los viejos conceptos de pueblo y comunidad, tan caros a otros momentos de la historia, hace tiempo desaparecieron para ser reemplazados por la figura del consumidor pasivo de cuanto cacharro le quieran ofrecer. Después de todo  puede pagarlos de contado o  con tarjeta: lo importante es que la cadena no se detenga porque ¡ ay!  El capitalismo todo con sus promesas de  felicidad sin límites se iría  por el desfiladero.
Es aquí donde adquiere su sentido  el símil  ictiológico: un cardumen es una masa silenciosa y  ciega que se mueve en la misma dirección,  movida por la necesidad de desovar, de buscar alimento... o de disolverse  en la panza de un tiburón.


Hace poco un amigo me contó cómo hicieron los  magos del mercadeo para conseguir  que las mujeres del mundo entero amanecieran de un día para otro usando  tenis marca Converse de color blanco. Resulta que le pagaron a una estrella de la farándula (unos dicen que a Britney Spears, otros que a una de las Kardashian) para que asistiera a una fiesta de sociedad vestida con traje de gala  hasta los tobillos y calzada con unos Converse blancos. Todavía no había descendido de la  limusina cuando la concurrencia prorrumpió  en gritos  de éxtasis ante tamaña muestra de rebeldía empacada al vacío. Bastaron  unos cuantos minutos para que la noticia, multiplicada  a través de teléfonos y redes sociales, alcanzara los lugares más remotos del planeta. Al otro día, en el colmo de la originalidad, niñas, jóvenes, mujeres adultas y ancianas, lucían los  zapatos de  marras combinados con la prenda de su gusto: minifaldas, pantalones, elásticos, bluyines, pantaloncitos, maxifaldas y, por supuesto, vestidos de gala. Así  se mueve un cardumen: por instinto y, por supuesto, sin raciocinio alguno.


El truco funciona para el resto de facetas de la vida, desde el sexo hasta la experiencia mística.  Piensen nada más en la práctica de depilarse los genitales, impuesta por la industria de la pornografía y adoptada por las parejas, hasta el punto de que no hacerlo puede convertirse en motivo de repudio o divorcio: el sobredimensionado mundo del amor está hecho de esas rarezas.
La enumeración puede hacerse interminable.  De momento avanzamos, conducidos por políticos, vendedores, comunicadores, publicistas y pastores, siguiendo una línea recta que conduce – cómo no-hasta las mismísimas  entrañas del tiburón.

7 comentarios:

  1. Cáspita, veo que me he quedado desactualizado ya que en mis tiempos de estudiante, llevé algunas asignaturas de publicidad y jamás había leído tal cosa de los “cardúmenes” en ningún texto ni oído a mis docentes. Fuera de eso, el término me parece muy apropiado para describir la necia masa consumista que es capaz de empeñar hasta el alma con tal de seguir el ritmo a cualquier personajillo de farándula al cual los fabricantes usan como atractiva carnada. Y los peces pican por montones, desafortunadamente. En alguna parte leí que había jóvenes chinos dispuestos a vender un riñón con tal de tener un Ipad o cosa parecida. Su reflexión me hizo evocar una escena de Mad Men, esa fabulosa serie sobre el mundillo de la publicidad de los años sesenta, cuando el protagonista sentenciaba cínicamente que el amor no existía, que era un invento de tipos como él para vender medias de mujer (cito de memoria). Y hoy , no parece haber cambiado mucho la idea: la publicidad es una máquina de generar necesidades donde no las hay.

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  2. Apreciado José : de que el amor es un invento - "Un hecho cultural"- dirían otros- no cabe duda alguna. Fíjese nada más en la publicidad para automóviles. Hace poco vi un aviso en el que nos recordaban que el camino más corto para llegar al corazón y al cuerpo todo de una mujer consiste en... comprar un Ford fiesta " Con veinticinco innovaciones".

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  4. Maestro, la rebeldía se impone con la publicidad. Solo vea lo que pasó con el punk y el grunge. Las pintas de aquellos músicos se hizo mítica, y masiva, al entrar en los medios. fui, soy, no lo puedo negar, parte de esos amantes de tales géneros que idealizaron a Kurt Cobain o Sid Vicius, Lo preocupante es caer en ello de manera exagerada y no reconocer, luego, de joven uno poco reconoce, que ser fieles y ciegos seguidores poco ayuda en el enriquecimiento propio.
    Acá una desventaja de Internet. La identificación instantánea con personajes o situaciones sin tener cierta distancia. Utilizar redes sociales como Instagram, donde se sigue a famosos sin tan siquiera un fin lúdico, solo para suplir una necesidad de actualidad bana, lleva a no crear contenidos, relaciones creativas.
    Vea a las personas que se operan para ser duplicados de cantantes.
    Saludos.

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    1. Apreciado Eskimal : parafraseando a Kundera, creo que ya no se trata de la levedad, sino del desvanecimiento del ser. Sospecho que- de manera inconsciente, claro- el renacer de las películas sobre zombies tiene mucho que ver con eso.

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  5. Siguiendo el tremebundo espectáculo de las primarias del Partido Republicano en Estados Unidos (las de los demócratas son más convencionales y más fáciles para Hillary Clinton, por la existencia de superdelegados) es difícil evitar las imágenes de cardúmenes de sardinas y bandadas de estorninos, que se mueven en formas muy semejante, en gran número, muy densas y con movimientos bruscos. En alguna película de Attenborough aprendí que en ambos casos los peces y los pájaros se mueven siguiendo el movimiento del vecino, es decir que no siguen una coreografía o impulso colectivo. Es mera repetición o acompañamiento del pez/pájaro vecino. Como en el caso de los que votan a Trump. Muchos de ellos son cristianos fervorosos que abominan de todo lo que representa el candidato, pero se impone el instinto del cardumen/bandada. Me pregunto cómo reaccionaría una sardina si viera que su vecina calza zapatillas blancas.

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  6. Ja, ja. No les dé esas ideas pervesas, mi querido don Lalo. Digo, a los publicistas que controlan la mente y el comportamiento de las sardinas.
    Me dejó doblemente inquieto su tesis sobre la candidatura de Trump : es más fácil soportar una campaña política sobre los atavismos que sobre las ideas, por elementales que estas sean.

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