martes, 3 de octubre de 2023

Todos los zares

 




“No es lo que los hombres hagan con el poder; es lo que el poder hace con los hombres”. Esta convicción subyace en las 334 páginas de El mago del Kremlim, la novela del escritor italo- suizo Giuliano da Empoli editada en español por Seix Barral.

El poder es a la vez abstracción y fuerza devastadora capaz de anular de golpe a individuos y pueblos. Parte de una idea, de una manía, para adquirir en su desarrollo un aplastante peso específico. Sus marcas aparecen registradas a lo largo de los siglos en lo que llamamos historia. O, para ser más precisos: La Historia.

Para ilustrarlo bastan ejemplos como los de la Roma de Julio César, la Francia de la Revolución, el delirio Nazi o la sociedad sin clases del temprano Imperio Soviético fundado por Lenin y llevado al punto del delirio por Stalin.

El mago del Kremlin se desenvuelve sobre esas claves. Si el escritor Erich Auerbach sentó en su obra La representación de la realidad en la literatura occidental las bases para la comprensión de la urdimbre en la que ficción y realidad se hacen una sola sustancia, la novela de Giuliano da Empoli bien puede ser leída como minuciosa crónica, un fresco sobre lo que la Rusia  de los últimos diez siglos ha significado como expresión  suprema del poder sobre la tierra.

La historia gira alrededor de Vadim Baranov, conocido como "el hechicero", lo que de inmediato nos lleva a evocar la figura de Rasputín, el personaje de quien se dice manejaba al zar como un titiritero con sus muñecos.  En el caso de El mago del Kremlin, es el consejero más cercano a Putin, el todo poderoso gobernante que volvió al primer plano tras la invasión de Rusia a su vecina Ucrania- como una respuesta a las embestidas de Estados Unidos y sus aliados para sacarlo del juego-  y las consecuencias que ese hecho tiene hoy en la economía y en la geopolítica mundial.




Esa invasión ya había sido prefigurada en el sangriento ataque a Chechenia, justificada por Putin por los actos terroristas de los fundamentalistas chechenos, aunque siempre quedó la sospecha de que fueron los organismos de seguridad rusos los que perpetraron los ataques para sembrar el miedo y llenarse de razones para actuar sin cortapisas,

Es el viejo truco de todos los que pretenden hacerse con el poder o eternizarse en él:  desencadenar el pánico y acto seguido, ofrecerse como redentores.

A modo de materialización de ese poder milenario, el narrador de la  novela se remite a la arquitectura del Kremlin, descrita así en la página 121 del libro:

“El que habita en el Kremlin posee el tiempo. Todo cambia alrededor de la fortaleza, mientras que en el interior la vida parece haberse detenido, pautada tan sólo por las solemnes campanadas del reloj de la torre Spassky y las rondas de centinelas de la guardia presidencial. Desde hace siglos, quien cruce el umbral del gigantesco fósil que Iván el Terrible quiso como centro de Moscú siente sobre él la mano de un poder sin límites, habituado a estrujar los destinos de las personas con la misma facilidad con que se acaricia la imagen de un recién nacido”.

Un poder que mata con delicadeza, incluso con ternura. Con esa imagen magistral, el narrador desvela la sutil máquina de aniquilar que los poderosos van creando a medida que sus ambiciones y miedos se incrementan: la figura del padre severo y protector cobra aquí su pleno sentido.  En ese punto uno entiende por qué los zares y sus sucesores fueron concebidos como “padres de todas las Rusias”. Sobre esas bases se cimentó el Imperio Soviético desde el triunfo de la Revolución de 1917. José Stalin encarnaría a partir de ese momento la figura del zar sanguinario y protector.  Esa figura fue clave en la formación personal y política de Vladimir Putin, un oscuro y astuto funcionario del KGB, que mientras el imperio se derrumbaba, alentaba la secreta ambición de “restaurar la vieja grandeza de Rusia”, según declararía después.




¿Les suena conocida esa frase? Claro, es la misma utilizada por Trump y por todos los caudillos empeñados en recuperar algo que nunca existió, pero que les sirve de señuelo para movilizar simpatizantes.

Donde hay cenizas

“No hay nada más sensato que invertir en la locura humana”, concluye Baranov en diálogo con  Prigozhin, uno de los áulicos de Putin, beneficiado en sus negocios por su proximidad al soberano. El tipo ha sabido pescar lo suyo en esas aguas agitadas por tiburones a la caza de su presa, al tiempo que se destrozan entre ellos

La Historia nos enseña que cuando un imperio se desploma se desencadena el caos. La autoridad central se desvanece y los apetitos particulares se desatan abriendo el espacio para una guerra civil. Desconcertada y temerosa, la población invoca la figura de una mano fuerte, de un redentor o un caudillo que restablezca el orden perdido. Con tal de recuperar ese orden, es capaz de  patrocinar cualquier atrocidad.

Vladimir Putin tuvo la sagacidad de captar esas fuerzas y no desaprovechó la oportunidad de convertirse en redentor. En la página 131 el narrador lo dice de esta manera:

“ Y no es eso. La política tiene un solo objetivo: dar respuesta a los terrores humanos. Si el Estado no es capaz de salvaguardar del miedo a los ciudadanos, el fundamento mismo de su existencia se pone en cuestión. Cuando en el otoño de 1999 la batalla del Cáucaso se desplaza a Moscú y los edificios de nueve plantas empiezan a desmoronarse como castillos de arena, el honrado ciudadano moscovita, desconcertado ante los hechos, ve por primera vez alzarse ante él el espectro de la guerra civil. La anarquía, la disolución, la muerte”.

Es el momento esperado por Putin, el nuevo zar.  Ahora dispone de elementos para revalidar la vieja y conocida sentencia atribuida a un muy joven Luis XIV: “ El Estado soy yo”.

Y empieza otra vez la purga. La panda de oligarcas enriquecidos con las privatizaciones es puesta en la mira. Las mafias que florecieron en medio del caos y se consagraron a extender sus redes por toda Europa intuyen que no tendrán lugar en el nuevo círculo de poder.  Así se lo hacen saber al mundo el zar y sus hombres durante su intervención en la cumbre de las Naciones Unidas. Los tiempos de la Guerra Fría son agua pasada y la geopolítica tendrá que contar  otra vez con la madrecita Rusia. Así funciona el movimiento pendular del poder.


                                                       Rasputin

Puestas la fichas del juego en el escenario de la política global- lo que el pensador Karl Popper  bautizó como “ la alta delincuencia internacional”, Putin y sus aliados recurren a una nueva baza: jugar con las mismas cartas de quienes controlan el mundo desde la caída   del Muro de Berlín. Tomemos una muestra de ese estado de cosas.

“La política es un curioso oficio. Para hacer carrera en ella tienes que estar muy pegado al suelo. Interpretar las aspiraciones del ama de casa, del ferroviario, del pequeño comerciante. Además, cuando llegas a la cima, te lanza al escenario global. De repente, los líderes del mundo se convierten en tus pares” (página 157). Asistimos aquí al desafío de hacerse a un lugar en la cambiante puesta en escena del poder mundial.  Justo el momento en que el poderoso debe inventarse una personalidad ante su pueblo y otra para exhibir en el teatro del mundo. Y esa ya es tarea de la publicidad y los medios de comunicación.

Ese es, entre otros, uno de los deberes de Vadim Baranov.

Por momentos, la novela de Giuliano da Empoli adquiere el ritmo trepidante de un Thriller sociológico sobre la Rusia post soviética. Al fin y al cabo asistimos a un mundo donde la codicia, las traiciones y las intrigas están a la orden del día.  En un párrafo dedicado a Berezovski, magnate y cortesano caído en desgracia, leemos:

Pocas cosas hay más tristes que los lugares de poder abandonados, donde los fantasmas del pasado son más fuertes que los hombres de carne y hueso obstinados en habitarlos. En la mansión Logovaz me hallé frente a un Berezovski ya prácticamente solo”.




Aparte de mafiosos, oligarcas, consumidores voraces y nuevos cortesanos, esa sociedad en erupción produce personajes tan singulares como Eduard Limónov, cuya vida parece a ratos sacada de una obra de Dostoievski. En la página 165 de la novela nos es presentado de esta manera:
“ A mi regreso de Estados Unidos, decidí tomarme una noche libre. No es que tuviera mucho tiempo para mí en aquella época, pero a veces me daba por frecuentar de tarde en tarde el ambiente de los artistas moscovitas que había dejado cuando empecé a trabajar con el zar. Tan irritantes como pueden ser los tics nerviosos, ellos seguían dándose importancia, pero su júbilo sobreactuado constituía un paréntesis con respecto a la rapaz vigilancia de mis colegas del Kremlin. Había especialmente entre ellos un personaje que exhibía toda la afectación de un gran escritor sin haberse molestado jamás en escribir una obra a la altura. Limónov, así se llamaba: Eduard Limónov”.

Es ese tipo de entrecruzamiento entre la ficción y personajes de la vida cotidiana lo que le da a El mago del Kremlin esa atmósfera de fascinación onírica que mantiene al lector atado hasta el final. En la página 173 encontramos una muestra de esa atmósfera:

“Era esa hora de la noche en que la muerte entra en el mundo y. mientras recorría los largos pasillos blancos del Kremlin, tenía la sensación de encontrarme en el único lugar de toda  Rusia que no estaba sumido en las tinieblas”.

No podía ser de otra manera: el Kremlin no está sumido en las tinieblas porque el halo de luz mesiánica del poder lo mantiene a salvo de manera provisional- en realidad de manera muy provisional- de la oscuridad en la que se debaten sus súbditos. De esa dimensión es la parábola que surca de principio a fin las páginas del libro.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=ni_CRPAw_5Q

 

 

 

2 comentarios:

  1. Martiniano. Me emociona el manejo de este nombre: "Martiniano" tan fiel a los orígenes. Siempre leo este blog ácido. Ahora pienso en este planeta siempre tan fragmentado como lo demuestran las teorías tectónicas con lugares que explotan y transforman. También reconozco en lo que lees esa lectura de las ambiciones, las tentaciones, los despechos y las locuras tras el poder. Años cuando el planeta se cuartea nuevamente desde los bloques que han unido con ejecitos, doctrinas, tendencias políticas y ambiciosos que cabalgan sobre las olas de la gran tormenta tras las ballenas que van y vienen. Me orientas a leer, a pensar y observar megatendencias globales y sus fisuras, sus impulsos y sus amenazas. Vida loca y complicada, las locuras de la historia. Vamos vamos por ahí,

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    1. Mil gracias por el diálogo, estimado amigo. Para contribuir a la fragmentación planetaria, justo ahora asistimos -en vivo y en directo- a un nuevo capítulo del horror y la irracionalidad humana, en este caso ubicada en Gaza. Ésta ultima pertenece a la estirpe de los pueblos cuya desgracia consiste en estar situados en puntos del mapa claves para los intereses de las grandes potencias. Como Siria, como Ucrania, como Gibraltar y como lo fueron en su momento Corea, Vietnam o el mar Caribe.
      Seguimos en la conversa.
      Gustavo

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