“No es lo que los hombres hagan con el poder; es lo que el poder hace con los hombres”. Esta convicción subyace en las 334 páginas de El mago del Kremlim, la novela del escritor italo- suizo Giuliano da Empoli editada en español por Seix Barral.
El poder es a la
vez abstracción y fuerza devastadora capaz de anular de golpe a individuos y
pueblos. Parte de una idea, de una manía, para adquirir en su desarrollo un
aplastante peso específico. Sus marcas aparecen registradas a lo largo de los
siglos en lo que llamamos historia. O, para ser más precisos: La Historia.
Para ilustrarlo
bastan ejemplos como los de la Roma de Julio César, la Francia de la
Revolución, el delirio Nazi o la sociedad sin clases del temprano Imperio
Soviético fundado por Lenin y llevado al punto del delirio por Stalin.
El mago del Kremlin se
desenvuelve sobre esas claves. Si el escritor Erich Auerbach sentó en su obra La representación de la realidad en la literatura
occidental las bases para la comprensión de la urdimbre en la que ficción y
realidad se hacen una sola sustancia, la novela de Giuliano da Empoli bien
puede ser leída como minuciosa crónica, un fresco sobre lo que la Rusia de los últimos diez siglos ha significado
como expresión suprema del poder sobre
la tierra.
La historia gira
alrededor de Vadim Baranov, conocido como "el hechicero", lo que de inmediato nos
lleva a evocar la figura de Rasputín, el personaje de quien se dice manejaba al
zar como un titiritero con sus muñecos.
En el caso de El mago del Kremlin,
es el consejero más cercano a Putin, el todo poderoso gobernante que volvió al
primer plano tras la invasión de Rusia a su vecina Ucrania- como una respuesta
a las embestidas de Estados Unidos y sus aliados para sacarlo del juego- y las consecuencias que ese hecho tiene hoy
en la economía y en la geopolítica mundial.
Esa invasión ya
había sido prefigurada en el sangriento ataque a Chechenia, justificada por
Putin por los actos terroristas de los fundamentalistas chechenos, aunque
siempre quedó la sospecha de que fueron los organismos de seguridad rusos los
que perpetraron los ataques para sembrar el miedo y llenarse de razones para
actuar sin cortapisas,
Es el viejo
truco de todos los que pretenden hacerse con el poder o eternizarse en él: desencadenar el pánico y acto seguido,
ofrecerse como redentores.
A modo de materialización
de ese poder milenario, el narrador de la
novela se remite a la arquitectura del Kremlin, descrita así en la
página 121 del libro:
“El que habita en el Kremlin posee el tiempo. Todo
cambia alrededor de la fortaleza, mientras que en el interior la vida parece
haberse detenido, pautada tan sólo por las solemnes campanadas del reloj de la
torre Spassky y las rondas de centinelas de la guardia presidencial. Desde hace
siglos, quien cruce el umbral del gigantesco fósil que Iván el Terrible quiso
como centro de Moscú siente sobre él la mano de un poder sin límites, habituado
a estrujar los destinos de las personas con la misma facilidad con que se
acaricia la imagen de un recién nacido”.
Un poder que
mata con delicadeza, incluso con ternura. Con esa imagen magistral, el narrador
desvela la sutil máquina de aniquilar que los poderosos van creando a medida
que sus ambiciones y miedos se incrementan: la figura del padre severo y
protector cobra aquí su pleno sentido.
En ese punto uno entiende por qué los zares y sus sucesores fueron
concebidos como “padres de todas las
Rusias”. Sobre esas bases se cimentó el Imperio Soviético desde el triunfo
de la Revolución de 1917. José Stalin encarnaría a partir de ese momento la
figura del zar sanguinario y protector.
Esa figura fue clave en la formación personal y política de Vladimir
Putin, un oscuro y astuto funcionario del KGB, que mientras el imperio se
derrumbaba, alentaba la secreta ambición de “restaurar
la vieja grandeza de Rusia”, según declararía después.
¿Les suena
conocida esa frase? Claro, es la misma utilizada por Trump y por todos los
caudillos empeñados en recuperar algo que nunca existió, pero que les sirve de
señuelo para movilizar simpatizantes.
Donde hay
cenizas
“No hay nada más sensato que invertir en la locura
humana”, concluye Baranov en diálogo con Prigozhin, uno de los áulicos de Putin,
beneficiado en sus negocios por su proximidad al soberano. El tipo ha sabido
pescar lo suyo en esas aguas agitadas por tiburones a la caza de su presa, al
tiempo que se destrozan entre ellos
La Historia nos
enseña que cuando un imperio se desploma se desencadena el caos. La autoridad
central se desvanece y los apetitos particulares se desatan abriendo el espacio
para una guerra civil. Desconcertada y temerosa, la población invoca la figura
de una mano fuerte, de un redentor o un caudillo que restablezca el orden
perdido. Con tal de recuperar ese orden, es capaz de patrocinar cualquier atrocidad.
Vladimir Putin
tuvo la sagacidad de captar esas fuerzas y no desaprovechó la oportunidad de
convertirse en redentor. En la página 131 el narrador lo dice de esta manera:
“ Y no es eso. La política tiene un solo objetivo: dar
respuesta a los terrores humanos. Si el Estado no es capaz de salvaguardar del
miedo a los ciudadanos, el fundamento mismo de su existencia se pone en
cuestión. Cuando en el otoño de 1999 la batalla del Cáucaso se desplaza a Moscú
y los edificios de nueve plantas empiezan a desmoronarse como castillos de
arena, el honrado ciudadano moscovita, desconcertado ante los hechos, ve por
primera vez alzarse ante él el espectro de la guerra civil. La anarquía, la
disolución, la muerte”.
Es el momento
esperado por Putin, el nuevo zar. Ahora
dispone de elementos para revalidar la vieja y conocida sentencia atribuida a
un muy joven Luis XIV: “ El Estado soy
yo”.
Y empieza otra
vez la purga. La panda de oligarcas enriquecidos con las privatizaciones es
puesta en la mira. Las mafias que florecieron en medio del caos y se
consagraron a extender sus redes por toda Europa intuyen que no tendrán lugar
en el nuevo círculo de poder. Así se lo
hacen saber al mundo el zar y sus hombres durante su intervención en la cumbre
de las Naciones Unidas. Los tiempos de la Guerra Fría son agua pasada y la geopolítica
tendrá que contar otra vez con la
madrecita Rusia. Así funciona el movimiento pendular del poder.
Puestas la
fichas del juego en el escenario de la política global- lo que el pensador Karl
Popper bautizó como “ la alta delincuencia internacional”, Putin y sus aliados recurren a una nueva baza: jugar con las mismas cartas de quienes controlan el
mundo desde la caída del Muro de
Berlín. Tomemos una muestra de ese estado de cosas.
“La política es un curioso oficio. Para hacer carrera
en ella tienes que estar muy pegado al suelo. Interpretar las aspiraciones del
ama de casa, del ferroviario, del pequeño comerciante. Además, cuando llegas a
la cima, te lanza al escenario global. De repente, los líderes del mundo se
convierten en tus pares” (página 157). Asistimos
aquí al desafío de hacerse a un lugar en la cambiante puesta en escena del
poder mundial. Justo el momento en que
el poderoso debe inventarse una personalidad ante su pueblo y otra para exhibir
en el teatro del mundo. Y esa ya es tarea de la publicidad y los medios de
comunicación.
Ese es, entre
otros, uno de los deberes de Vadim Baranov.
Por momentos, la
novela de Giuliano da Empoli adquiere el ritmo trepidante de un Thriller
sociológico sobre la Rusia post soviética. Al fin y al cabo asistimos a un
mundo donde la codicia, las traiciones y las intrigas están a la orden del
día. En un párrafo dedicado a
Berezovski, magnate y cortesano caído en desgracia, leemos:
“Pocas cosas hay más tristes que los lugares de
poder abandonados, donde los fantasmas del pasado son más fuertes que los
hombres de carne y hueso obstinados en habitarlos. En la mansión Logovaz me
hallé frente a un Berezovski ya prácticamente solo”.
Aparte de
mafiosos, oligarcas, consumidores voraces y nuevos cortesanos, esa sociedad en
erupción produce personajes tan singulares como Eduard Limónov, cuya vida parece
a ratos sacada de una obra de Dostoievski. En la página 165 de la novela nos es
presentado de esta manera:
“ A mi regreso de Estados Unidos, decidí
tomarme una noche libre. No es que tuviera mucho tiempo para mí en aquella
época, pero a veces me daba por frecuentar de tarde en tarde el ambiente de los
artistas moscovitas que había dejado cuando empecé a trabajar con el zar. Tan
irritantes como pueden ser los tics nerviosos, ellos seguían dándose
importancia, pero su júbilo sobreactuado constituía un paréntesis con respecto
a la rapaz vigilancia de mis colegas del Kremlin. Había especialmente entre
ellos un personaje que exhibía toda la afectación de un gran escritor sin
haberse molestado jamás en escribir una obra a la altura. Limónov, así se
llamaba: Eduard Limónov”.
Es ese tipo de
entrecruzamiento entre la ficción y personajes de la vida cotidiana lo que le
da a El mago del Kremlin esa atmósfera
de fascinación onírica que mantiene al lector atado hasta el final. En la
página 173 encontramos una muestra de esa atmósfera:
“Era esa hora de la noche en que la muerte entra en el
mundo y. mientras recorría los largos pasillos blancos del Kremlin, tenía la
sensación de encontrarme en el único lugar de toda Rusia que no estaba sumido en las tinieblas”.
No podía ser de
otra manera: el Kremlin no está sumido en las tinieblas porque el halo de luz mesiánica
del poder lo mantiene a salvo de manera provisional- en realidad de manera muy
provisional- de la oscuridad en la que se debaten sus súbditos. De esa
dimensión es la parábola que surca de principio a fin las páginas del libro.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=ni_CRPAw_5Q
Martiniano. Me emociona el manejo de este nombre: "Martiniano" tan fiel a los orígenes. Siempre leo este blog ácido. Ahora pienso en este planeta siempre tan fragmentado como lo demuestran las teorías tectónicas con lugares que explotan y transforman. También reconozco en lo que lees esa lectura de las ambiciones, las tentaciones, los despechos y las locuras tras el poder. Años cuando el planeta se cuartea nuevamente desde los bloques que han unido con ejecitos, doctrinas, tendencias políticas y ambiciosos que cabalgan sobre las olas de la gran tormenta tras las ballenas que van y vienen. Me orientas a leer, a pensar y observar megatendencias globales y sus fisuras, sus impulsos y sus amenazas. Vida loca y complicada, las locuras de la historia. Vamos vamos por ahí,
ResponderBorrarMil gracias por el diálogo, estimado amigo. Para contribuir a la fragmentación planetaria, justo ahora asistimos -en vivo y en directo- a un nuevo capítulo del horror y la irracionalidad humana, en este caso ubicada en Gaza. Ésta ultima pertenece a la estirpe de los pueblos cuya desgracia consiste en estar situados en puntos del mapa claves para los intereses de las grandes potencias. Como Siria, como Ucrania, como Gibraltar y como lo fueron en su momento Corea, Vietnam o el mar Caribe.
BorrarSeguimos en la conversa.
Gustavo