jueves, 1 de noviembre de 2012

Atrapados sin salida





El periódico El País de España publicó la historia de un joven colombiano afectado de  esquizofrenia, golpeado como miles de sus compatriotas por las últimas medidas del gobierno español contra a los inmigrantes indocumentados residentes en su territorio.
A  pesar de  encontrarse en estado grave el hombre fue despojado de cualquier tipo de   atención en salud, en evidente violación de los más elementales derechos de las personas. Su tratamiento demanda productos de alto costo. Desde entonces, igual que en muchos otros casos similares, una organización no gubernamental de derechos humanos se encarga de la atención médica básica y del suministro de  los medicamentos esenciales para el control de la enfermedad. Como no disponen  de presupuesto, no pueden comprar los de última generación y eso conlleva efectos colaterales en la salud del paciente. De ese tamaño andan las cosas para un alto porcentaje de ciudadanos del mundo llegados a la península en el último cuarto de siglo, alentados por  las ofertas de empleo  promocionadas por los sectores público y privado. “ Hay laburo  en España”, exclamaban los argentinos acorralados por  el descalabro de comienzos del siglo XXI. “Camello es lo que sobra en la madre patria” repetían por el teléfono los colombianos  instalados en Madrid, Bilbao, Valencia o Barcelona, animados por las coloridas visiones de un  mundo donde la  siempre aplazada promesa del consumo y la prosperidad se hacía por fin realidad.
 Pero en los últimos dos años los colores se desvanecieron y el tono gris de la incertidumbre pasó a ocupar el pleno de la vida social. El Partido Popular,en cabeza de  Mariano Rajoy, retomó el poder después de un amargo paso de los socialistas por el gobierno en una España  obligada a despertar de un solo golpe  a la dura realidad. Su copartidario  José María Aznar , había sido el encargado de capitanear la nave de los nuevos ricos que surcaba la geografía entera de Europa, al modo de una Armada Invencible rediviva. Los  detalles los conocemos de sobra: una industria  de la construcción  creciendo a ritmos demenciales. El sector turístico acogiendo más visitantes que nunca. El  campo reactivado y atrayendo a jornaleros internacionales que hablaban en todos los idiomas. En fin , los restaurantes  y las discotecas multiplicándose al ritmo del espíritu hedonista exacerbado por   las décadas de penurias  padecidas durante los tiempos del franquismo ¡ Venid, comprad y follad! Decía el graffiti pintado en un muro de La gran Vía, como resumen último de esa nueva religión forjada con los millones que  no paraban de circular.  A  su vez, los voceros   del establecimiento parafraseaban sin darse cuenta el llamado  de un viejo y barbudo enemigo, cuyo fantasma no tardaría  en recorrer de nuevo los caminos  de una Europa asustada por  las sucesivas bancarrotas de sus optimistas socios. Trabajadores de todos los países, venid  a nosotros, era la consigna. Al fin y al cabo se precisaban miles, millones de brazos para  levantar el edificio del progreso.
Con los síntomas iniciales surgieron las primeras voces de advertencia provenientes de unas pocas mentes lúcidas. “En realidad no hay tal crecimiento económico. Se trata  de un espejismo provocado , entre otras cosas, por el ininterrumpido flujo de dinero proveniente del lavado de divisas en sus distintas modalidades. Si no  ponemos el freno a tiempo, a la vuelta de unos meses estaremos peor que los griegos” sentenció en su columna de El País un agudo profesor catalán de apellido Oriol. Como era verano y la mitad del país- incluidos varios millares de inmigrantes  empecinados en parecer españoles derrochadores- se encontraba en las doradas playas de la Costa del Sol o alucinando en un festival de música electrónica en Ibiza, casi nadie leyó la columna. Ni siquiera los tecnócratas de los ministerios se detuvieron a pensar. Después de todo, según  su mística particular, el tren del desarrollo  no lo detiene nadie.
Por eso mismo, nadie quiere asumir responsabilidad frente a los inmigrantes llegados por millones a la tierra prometida donde el  Real Madrid y el Barcelona fungen como las últimas divinidades sobrevivientes. Un día los invitaron a  trabajar y hoy los echan por la puerta de atrás. Pragmatismo político, llaman algunos a eso. Cinismo puro y duro, claman en las plazas los atrapados sin salida.

Les comparto enlace al artículo mencionado al comienzo
http://politica.elpais.com/politica/2012/08/13/actualidad/1344887067_861222.html

8 comentarios:

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  2. Retomo aquí un comentario anterior, que borré, sobre una noción de Freud, “alucinación negativa”. Decía que la alucinación negativa consiste en no ver lo que está a la vista de todos, en este caso la crisis que acechaba, una elegante vuelta de tuerca a la alucinación convencional, que por supuesto consiste en ver lo que no está allí, o sea la prosperidad aparente. Agregaba que “lo de España, como otros procesos económicos, sociales y políticos (piensen ustedes en las lacras de algunos gobiernos que nos empeñamos en no ver), fue una alucinación negativa clásica. ¿Pero acaso no era también una alucinación ver la prosperidad… que era aparente? Espero tu dictamen, amigo Gustavo. En principio, creo que las alucinaciones negativas son más tranquilizadoras… y su precio más elevado.

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  3. Mi querido don Lalo: a juzgar por la dimensión del estropicio, la "alucinación positiva" fue de proporciones mayúsculas; tanto que muchos inmigrantes se olvidaron del motivo inicial de su viaje( trabajar y ahorrar) y se consagraron a vivir la ficción de nuevos ricos en la que estaban embarcados los españoles.Coches, pisos, viajes,marcha y muchas incursiones en centros comerciales se convirtieron en parte de sus hábitos diarios. Por eso la bancarrota los sorprendió sin un céntimo, muchas deudas y pocas opciones a la vista en sus países de origen como para pensar en el retorno. Frente a ese panorama no les quedaba alternativa distinta a la de la "alucinación negativa".Para ilustrar esta última nada más preciso que el viejo y socorrido símil del avestruz que entierra su cabeza en la arena.

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  4. La crisis golpea a todos, claro, a todos los que están debajo, sin importar demasiado si son nativos o inmigrantes. De otra manera, cómo se puede entender que mientras a la gente común se le esté ajustando el cinturón hasta el cuello, en contrapartida los políticos siguen despilfarrando el dinero público, como el caso del Senado español que gastará casi medio millón de euros en la renovación de su página web, como si fuera de vital importancia. La famosa burbuja inmobiliaria es consecuencia del espejismo económico que los gobernantes proyectaron irresponsablemente, sumada a una corrupción sin precedentes, donde se subastaron hasta las playas para construir hoteles y urbanizaciones. Es increíble cómo hasta hicieron desaparecer cerros enteros por la voracidad del urbanismo salvaje y depredador, sin medir adecuadamente el impacto ambiental. Por otro lado, aparejado a ese boom urbanístico, los bancos hicieron de las suyas concediendo hipotecas a diestra y siniestra. Recuerdo bien, (estuve ahí para ver de cerca) que aquel ciudadano que siguiera pagando alquiler por su vivienda en vez de “comprarse” un piso era visto como un gilipollas. Me consta que muchos inmigrantes latinoamericanos cayeron en la trampa, incluidos algunos conocidos míos. Como usted bien resalta, nadie se puso a reflexionar sobre los riesgos del “milagro español”. A final, con la debacle encima, otra vez los políticos, descargaron la mayor responsabilidad sobre los ciudadanos, repitiendo hasta la saciedad, como un mantra, aquella cínica sentencia: “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades”.

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  5. Los ùnicos que nunca viven "por encima de sus posibilidades" son los polìticos y los tiburones de la especulaciòn financiera, apreciado Josè. Recuerde usted que mientras el gobierno nortemaericano destinaba recursos pùblicos al rescate de los bancos, los ejecutivos de estos últimos se aumentaban el sueldo, como si nada estuviera pasando.

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  7. Somos egoístas Gustavo, no sé si es peor al estar bien, o cuando llegan las penurias. Es una lástima que a España le pase esto, algo a lo cual nos andamos acostumbrando por estos lares gracias a la corrupción y los políticos, bueno, y nosotros también que estamos con anestesia, poco nos importa y hasta esa corrupción puede ser, ahora, una institución del Estado. Con leer los comentarios existentes en la página web de EL País acerca de la nota que usted menciona, bueno, Puede hacerse un ejercicio sobre la xenofobia; hasta en el Espectador encontraremos poco respeto por el otro. Acá en México, me dicen que recibieron a muchos españoles exiliados en la época del franquismo, y se les trató bien. Ahora, está empezando a llegar una oleada de españoles buscando trabajo (algo grave para mi, je, me va tocar volver a mi país en el sur por eso que llaman en estas tierras "malinchismo") y sí se les trata bien (Aún con ese extraño rencor que tiene el latinoamericano por los españoles al recordar los tiempos de conquista)Lo que me pregunto es cómo funciona una Embajada, para qué existen. Abrazos.

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  8. Buena pregunta, apreciado Eskimal ¿Para qué sirve una embajada? Pues para pagar favores políticos, y para que los allegados al diplomático adelanten toda suerte de negocios para ellos y sus allegados, aprovechando eso que los economistas- y los cínicos- llaman "Ventajas comparativas".
    Por lo demás, es bueno recordar que buena parte del desarrollo cultural experimentado por México- periódicos, editoriales, librerías, universidades- se debe a la presencia de inmigrantes llegados durante la guerra civil, cosa que no sucedió en Colombia por la conocida xenofobia de nuestra dirigencia.

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