jueves, 2 de octubre de 2014

Una vez fuimos sombras




 Toda época crea sus  propias metáforas. Es la única forma perdurable de definirse a sí misma. Una de las nuestras quizá sea la de la sombra, el émulo, la copia. Los diseñadores de esos programas televisivos  contemplados bajo la marca “Yo me  llamo...” lo saben a la perfección. En medio de la anomia característica de  los tiempos la imitación  resulta ser una de las pocas formas disponibles de trascendencia.  Más allá de los incentivos en dinero, los participantes parecen encontrar allí una manera de existir, algo  cercano a una identidad... así sea prestada, como en uno de esos relatos donde un espíritu se apodera del cuerpo de un incauto.
En este caso el espíritu es el de la fama, el reconocimiento  público. Como el original ya tiene asegurada su cuota de adoración, el imitador aspira a participar aunque sea de una parte de ella. A  alcanzar ese objetivo consagra todos  sus esfuerzos, sus insomnios, su capacidad de concentración. Cerca a mi lugar de trabajo conocí a una de esas personas. Se llama Ricardo. Quiso ser futbolista pero una prematura lesión de rodilla lo dejó  a mitad de camino. Estudió Administración de  Empresas  y se empleó en una oficina pública. Cansado de los malos salarios acabó como recaudador de  diezmos en una iglesia evangélica.  De allí se retiró - así me lo confesó- a  causa de una disputa entre machos alfa por los encantos de una joven novicia. Gravitaba entre la decisión de emigrar a otro país o dedicarse a negocios  ilícitos cuando vio en televisión la convocatoria   a participar en una temporada de “Yo me llamo…”. Entonces recordó que, en una de esas madrugadas de tragos y despechos en las que todo el mundo se siente cantante, alguien le dijo que su registro de voz se parecía al del  mexicano Vicente Fernández, el último charro, el gran mito viviente de la ranchera.


 Sin pensarlo mucho se dio a la tarea. Compró en un local cercano todos los discos y videos piratas- truchos, les dicen en  otras altitudes- que pudo encontrar.  Como  estaba sin empleo, dividió el día en dos jornadas rigurosas.  En  las mañanas se dedicaba a mirar las películas y a examinar cada uno de los gestos del cantor  nacido en  Huentitán El Alto, Jalisco. La manera de entornar los ojos, de mover las manos, de  apretar las comisuras de los labios. Se volvió obsesivo. Una mañana se descubrió hablando con acento mexicano. La transformación estaba en marcha.
Por las noches preparaba un jarabe  de jenjibre para  aliviar la garganta y repetía  decenas de  veces la misma canción hasta alcanzar un tono que se le antojara parecido al de  la voz bravía de Fernández. Hijo de un padre lampiño, se las arregló para cultivar un  bigote  no del todo desmerecedor del original. Una vez se  contempló en el espejo y la imagen lo sobresaltó: había empezado a convertirse, no tanto en un imitador del cantante como en un doble de sí mismo, pero siguió entrenándose con  la obstinación propia de los desesperados.
Los poetas clásicos llamaban a eso los hados  funestos. Después de una semana sin ensayar, a causa de   fuertes dolores en la garganta, el médico le diagnosticó una lesión irreversible por sobreesfuerzo en las cuerdas vocales. Pero esta vez tampoco hubo drama. Igual que sucedió con la renuncia al fútbol, Ricardo aceptó  las cosas  con  estoicismo: de vez en cuando  apura un trago doble de brandy y se tiende en  la cama a escucharse  a sí mismo en las grabaciones recopiladas durante tantas noches.   En  algunos raptos de lucidez, recita a modo  de consuelo que a fin de cuentas el ganador de este año no conseguirá ser sino un remedo del original, aunque bien pagado, eso sí.


Algunos pueblos maories de Nueva Zelanda repiten en sus rituales que una vez  fueron guerreros. Menos afortunados, nuestros descendientes  acaso descifren un día, entre relatos fragmentados e inconexos de  imitadores y dobles, que una vez fuimos sombras.

PDT : aquí les va enlace al ganador de Yo me llamo Vicente Fernández

6 comentarios:

  1. Carajo, asi que el fenomeno este de “Yo me llamo” es un negocio transnacional por lo visto, una franquicia como de hamburguesas, música de consumo rapido o chatarra musical deberia llamarse. Calcado a su pais, aqui hace unos meses este montaje televisivo causó furor en el nuestro, por lo novedoso del asunto y ciertamente mucha gente hizo sus pinos de parecerse a algun cantante. Otra casualidad, aqui se hizo del premio otro imitador de Vicente Fernandez, que de tanto oirlo como el resto de musica ranchera me producen dolores de cabeza. Quiza lo positivo de estos shows es que algunos consiguen trabajo, para cantar en verbenas, restaurantes y pequeños conciertos. Fama pequeña pero fama al fin. Este mundo de locos, en el cual quien no tiene sus quince minutos de fama, al parecer no es nadie.

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  2. Apreciado José : así como cada época crea sus propias metáforas, también engendra los profetas que necesita. Por lo visto, y por la cantidad de citas de que ha sido objeto, el nuestro es Andy Warhol con sus célebres "quince minutos". De veras aterra ver cómo la gente está dispuesta incluso a desnudar sus miserias ante un micrófono o una cámara, con tal de acceder a una cuota de ese precario y peligroso paraíso.

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  3. Ah, he disfrutado mucho con tu relato/ensayo/acuarela sobre la sombra. Y sus derivaciones en muchas de las cosas que hacemos cotidianamente. Habría que preguntarse por la confluencia entre tu sentido del humor y tu instinto de escritor, que te lleva a describir esta metamorfosis moderna, impulsada por razones muy semejantes a las que afligieron al pobre Gregorio Samsa y lo llevaron a rebelarse ante la burocracia que le impedía ser un hombre completo...

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  4. " Ser un hombre completo ". Aquí tenemos la más noble y difícil de las aspiraciones humanas, mi querido don Lalo. Si en los viejos mitos el héroe era castigado por su anhelo de ser " como Dios", para los que viajamos a ras de tierra la renuncia a ser hombres es penalizada con una condena peor: errar como sombras. Justo en este momento me vienen a la memoria- aunque desde luego en otro contexto- los versos del célebre tango Caminito : " Una sombra ya pronto serás/ una sombra lo mismo que yo".

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  5. Sabe que sería lo más idiota: la sombra de la sombra de una sombra, por ejemplo, un yo me llamo sobre Charlie Zaa, que es a su vez la sombra de Alci Acosta (que era la sombra de Julio Jaramillo, que a su vez fue la sombra de otros autores a los que plagió con muy buena fortuna).

    salud, Cami.

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  6. Apreciado Camilo : de modo que el cantante de baladas Rudy Márquez al final tenía razón cuando cantó : " Solo sombras han quedado/ donde todo era ilusión".

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